Cuando este artículo esté en sus manos, se habrá iniciado el rescate de los 33 mineros atrapados en Chile. El mundo ha seguido, absolutamente impresionado, el drama que ha significado que estos hombres, rudos y, a la vez tiernos, hayan permanecido más de 60 días bajo tierra.
Recuerdo que, hace muchos años, uno de los primeros grupos de teatro cuencano escenificó una obra que se llamaba justamente así: “Bajo tierra”. Y todavía ahora, posiblemente 40 años después, aún recuerdo la actuación de estos tres o cuatro actores que, luego de quedar atrapados en una mina, hablaban entre si de sus sufrimientos, angustias y esperanzas que, al final, quedaban truncadas, porque jamás fueron rescatados.
La situación de los mineros en el fondo de la tierra trae implícitos mensajes subliminales y profundos en cada uno de nosotros: la muerte y la resurrección es uno de ellos. Visto desde el punto cristiano, la permanencia subterránea y el escape hacia la luz que no se extingue más, está íntimamente arraigada en cada uno de los que hemos sido educados en la doctrina católica.
No por menos razones, la cápsula – más bien jaula, por lo pequeña- que los trasladará a la superficie lleva el nombre de “Fénix”, el ave mitológica que renace de sus propias cenizas.
El rescate de estos hombres ha supuesto un enorme reto tecnológico, impensable en otra época, inclusive en la tal ya lejana de “Bajo tierra”. Estos hombres jamás habrían sido rescatados y, menos todavía, nunca se hubiera sabido de ellos, en una remembranza lóbrega del cuento de Poe, “Entierro prematuro”.
Y más allá de las maquinarias, la tecnología, la decisión política de llevar a cabo un rescate con todos los medios posibles, ha quedado evidenciada la solidaridad. No solamente la de Chile sino de todo el mundo.
Ante tragedias enormes del mismo tipo, que han sucedido en China o en Polonia, la posibilidad real de que en nuestra América se produzca el milagro de sacar de las entrañas de la tierra a los 33 hombres, nos llena de alegría y de optimismo. ¡Podemos hacer las cosas!
Si los chilenos son como nosotros, también podemos, como país, salir adelante.
Cuando usted lea este artículo, los primeros de los 33 mineros habrán visto ya la luz, luminosa y azul, de su cielo chileno.
Publicado el 13 de octubre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario