Muchas cosas pueden contarse del fútbol en nuestra ciudad. Hay un antes y después del Deportivo Cuenca y, por lo que parece, puede haber un nunca más.
Cuando el equipo empezó en 1971 los aficionados iban al estadio a las seis de la mañana. Se contaba que lo hacían después de la misa tempranera, en una época en la que la gente todavía iba a las celebraciones religiosas a pedir, entre otras cosas, que el equipo ganara.
Luego de una larga espera en colas llenas de amigos y conocidos, los aficionados se sentaban en graderíos de tablas, bajo un techo de zinc que se sostenía sobre unos pilares igualmente de madera. Había tiempo para todo: se comía, se leía el periódico, las conversaciones con los amigos distraían en la larga espera hasta las 11:30, cuando empezaba el partido cada dos domingos.
Los que tenían amigos o parientes dentro de estadio, llegaban un poco más tarde, esto es a las 09:00.
En las escuelas se rumoraba que un alumno, al preguntársele sobre los prohombres de Cuenca, se había referido rápida y claramente a Piazza, Daza, Laterza, Caicedo y Jaramillo... Al interrumpirle el profesor y nombrarle algunos de los nombres de políticos, ciudadanos notables y poetas, como los verdaderos prohombres, se dice que el alumno contestó que no los conocía porque se trataba seguramente de los “suplentes”.
Cabe la digresión en este momento: los términos políticamente correctos nos impiden hoy hablar de suplentes, peyorativo nombre de quien reemplaza a otro. Hoy todos los suplentes son “alternos”, sobre todo los políticos.
Esta época romántica del fútbol ha pasado y hoy, los grandes equipos mundiales atraen la atención y tienen aficionados en todos los lugares. No faltan los muchachos que, en un día cualquiera, aparecen con la camiseta blanca del Real Madrid o la roja del Manchester United.
¿Cuál es, entonces, el futuro de los clubes pequeños como el de nuestra ciudad?
Llevar el nombre de la Patria Chica marca a un equipo; así ha sucedido con el Deportivo Cuenca. El problema es que los aficionados no lo son tanto como para que el dinero llegue al club. Todos lo apoyan, pero la pobreza de sus arcas impide que pueda mantenerse.
Acaba de ser expedida una nueva Ley del Deporte. ¿Podrá resolver los problemas reales de los equipos de fútbol que no son grandes empresas deportivas?
Mientras tanto queremos borrar la sensación de creer que la camiseta roja será, como tantas otras cosas, un recuerdo que contaremos a nuestros nietos.
Publicado el 24 de noviembre de 2010
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