Hace pocos días el escritor peruano Mario Vargas Llosa recibió el premio Nobel de Literatura de manos del rey Gustavo Adolfo de Suecia. En una ceremonia muy formal, el rey y el escritor, de pie sobre una alfombra azul oscura (de gules, dirían los conocedores de heráldica) con la letra “N” en medio de laureles, se estrecharon la mano, y Vargas Llosa recibió la condecoración y el diploma que acreditan su premio.
Esta distinción a un sudamericano, hispanoparlante, ha causado alegría en nuestro continente. Es el reconocimiento de que los pueblos de la América mestiza tienen algo, mucho, que decir en el ámbito de la cultura.
Esta distinción a un sudamericano, hispanoparlante, ha causado alegría en nuestro continente. Es el reconocimiento de que los pueblos de la América mestiza tienen algo, mucho, que decir en el ámbito de la cultura.
El nombre de Vargas Llosa se ha unido al de otro escritor extraordinario, Gabriel García Márquez, que ganó el Nobel hace algunos años, aunque ha vuelto a poner en discusión la falta que cometió la Academia sueca al no haberlo entregado a Jorge Luis Borges.
Cada vez que se entrega un premio Nobel, de la paz o de literatura, afloran las consabidas discusiones sobre la calidad política del premiado. Se ha llegado a decir que Borges no recibió el Nobel por razones políticas. Hoy, la Academia sueca es tachada de lo contrario: ha premiado a un “derechista”.
Por lo menos la discusión no está en el terreno de la literatura, en donde no hay duda sobre la calidad de Vargas Llosa y su condición de gran narrador. Sus libros, desde el clásico “La ciudad y los perros”, siguen leyéndose y vendiéndose –o bajándose gratis del internet- por cientos.
Es cierto que Vargas Llosa se ha calificado personalmente como un “liberal”, palabra que en castellano tiene un significado distinto que en el inglés, donde el liberal es un izquierdista.
Sin embargo, la obra de Vargas Llosa demuestra que su condición de liberal puede llevarle a retratar de manera inmisericorde a quienes han usufructuado del poder, como en “La fiesta del chivo”. Al contrario de lo supuesto, su obra es más libertaria que muchas que provienen de escritores vinculados con movimientos políticos que se califican de avanzada.
Vargas Llosa, a diferencia de los escritores italianos fascistas, jamás ha claudicado en la defensa de la libertad ni ha utilizado sus obras para solapar posiciones ultristas. Ha tenido, sin embargo, la valentía de declararse no-izquierdista en un mundo donde más fácil era seguir la corriente, como muchos otros, actores de la película de Buñuel, “El discreto encanto de la burguesía”, mientras llega la revolución.
Publicado el 15 de diciembre de 2010
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