Hablar del clima es un lugar común para iniciar una conversación con cualquier desconocido. El clima, hasta este momento, no traía entre los interlocutores ninguna posibilidad de enfrentamiento pues éstos se encontraban ante un hecho objetivo: llueve o hace sol.
Sin embargo, la discusión del clima ha pasado a otro ámbito: hoy todos opinamos del calentamiento global y de los resultados que la actividad humana ha producido en nuestro planeta.
Hace ya mucho tiempo que nadie niega el calentamiento global porque hace frío.
La discusión actual está en la responsabilidad del calentamiento global y en los mecanismos que podemos utilizar todos los habitantes del mundo para frenarlo.
Es absolutamente cierto que los grandes países industrializados -algunos más que otros, como los Estados Unidos de América- son los principales causantes de este cambio extremo.
Los países en vías de desarrollo, como China o la India, lo son también pero expresan su negativa al control de las emisiones porque éstas provienen de la creación de grandes industrias fabriles que ayudan a los estados en su lucha contra la pobreza.
Al final, la simplificación de la discusión sobre la destrucción de la humanidad choca con la radical posición de naciones que prefieren sacrificar su entorno para buscar el desarrollo.
En nuestro país el caso del Yasuní es especialmente visible. Más allá de la belleza de la selva amazónica está la riqueza del petróleo, ese oro del diablo, que puede permitir la solución de grandes problemas sociales con un costo sin retorno: la destrucción de un enclave único en el mundo.
Dura resolución de un gobierno que se encuentra entre la defensa de la naturaleza como una forma de reconocernos más humanos y, a la vez, la ilusión de conseguir donaciones que permitan mantener el petróleo bajo tierra.
Por lo pronto, la razón ética debe llevar a que todos los ciudadanos nos involucremos firmemente en la lucha contra el calentamiento global, a sabiendas que puede ser solamente un grano de arena, pero es de nuestra responsabilidad: reciclemos, apaguemos las luces, cerremos el grifo y, sobre todo, formemos a los niños en el respeto a la naturaleza.
Publicado el 1 de diciembre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario