El asesinato de Tamaulipas, en México, dejó claro el drama de los emigrantes latinoamericanos en su camino al Norte. Hemos escuchado las historias de jóvenes -casi niños- extorsionados por los traficantes de personas, hasta pasar sufrimientos indecibles.
Al final, el esfuerzo lleva a que muchos lleguen por las fronteras de Texas, Arizona y Nuevo México, camino a Nueva York, ese enorme imán para los pobres.
Recibí una vez la llamada de un emigrante que, desde una esquina del Bronx, buscaba hablar con su hermana; le expresé que el número no era correcto pero, en vez de colgar, me pidió que conversáramos un poco de la ciudad, de las noticias cotidianas, que van de la política al fútbol y, sobre todo, del futuro de esta tierra.
Sin embargo, a veces olvidamos a otros emigrantes, que salieron por razones diferentes. No buscaron el paso por el desierto ni son mojados del Río Bravo, pero han trabajado por la patria fuera de sus fronteras.
Son o fueron- jóvenes que buscaron un mundo más amplio, una educación mejor, un progreso intelectual. Han ido a estudiar y varios de ellos, no muchos, volvieron al Ecuador para definir con su trabajo los nuevos caminos de una sociedad complicada.
Otros, por razones insalvables, como el paso del tiempo sin descanso, progresaron en el extranjero y no volvieron más. Varios han vuelto muchas veces, pero no lo hacen para quedarse.
A veces, con intervalos que parecen cortos pero son largos, aparecen entre nosotros y, en reuniones de amigos, vuelven a sentirse niños y recuerdan anécdotas que hemos olvidado los que nos quedamos. Algunos son capaces de entonar el “Himno a la Dolorosa”, aprendido en la escuela Borja de la calle Tarqui, y no lo hacen como una demostración de extraordinaria memoria, sino porque sienten que aquí pueden cantarlo como algo natural, que no entre las montañas de Pennsylvania.
En los próximos días, uno de estos emigrantes distintos, Javier Cevallos, estará en el Ecuador y su obra será reconocida en Quito. Javier es rector de la Universidad de Kutztown, en los Estados Unidos. Este hecho demuestra su calidad académica y personal.
Publicado el 20 de octubre de 2010
Javier tiene una especial virtud: ha realizado todas las gestiones posibles para vincular a la Academia norteamericana con las universidades locales, en múltiples programas de extensión de la cultura. Estoy seguro que lo hace porque se mantienen profundas las raíces que le ligan a esta tierra.
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