Una reunión de alto nivel entre los papás decidía que no era posible que caminemos las cuatro cuadras que nos separaban del patio de la escuela. Secretamente y pese al dolor, nos alegraba un poquito no tener que atender ese día a la clase de Lugar Natal o de Cívica.
La mamá tomaba las providencias del caso: buscaba en el botiquín un frasco pequeño con tapa de rosca, que contenía una sustancia rosada. Una etiqueta de papel decía su nombre: Numotizine.
Esta pomada milagrosa servía para muchas cosas: era buena para una torcedura de tobillo después de un partido de fútbol en los adoquines duros de la calle, o para una tortícolis producida por una almohada hecha de lana de borrego.
La mamá tomaba el frasco y lo ponía dentro de una olla de agua, en baño maría, para que el producto pudiera ser útil. Nunca tuvimos una explicación suficiente para ese nombre: el “baño de María”, que llevaba a la imaginación muy lejos, casi hasta los calderos en que las brujas mezclaban sus pócimas.
Luego la mamá buscaba un instrumento especial: un cuchillo de plata, que era el único conque podía aplicarse el remedio en el cuello. Ignoro las razones, científicas, mágicas o tradicionales, para que este instrumento plano y con la punta redondeada, de cuchillo de pan, fuera el adecuado para desplazar la pomada, caliente, casi hirviendo, por el cuello.
El olor traía siempre una mezcla del recuerdo de la enfermedad pasada y la sensación de alivio. El cuello se cubría de este emplasto rosado que, al secarse, empezaba a resquebrajarse y caer en pedacitos, buscando que la amigdalitis se fuera con ellos.
Pasadas unas horas el emplasto se retiraba con una toalla empapada en agua caliente: el tratamiento había terminado. Era cierto lo ofrecido, las amígdalas ya no dolían tanto y menos aún con un poco de jugo de manzana, ése que venía en una botellita redonda, en forma de la fruta, que alguien trajo al enfermo.
Una vez más nos habíamos librado de la operación de las amígdalas que había recomendado el médico familiar y que un día llegaría, como todo en esta vida.
Publicado el 27 de enero de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11859-amigdalitis/
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