El parque Calderón aparece soleado aunque sopla una brisa fría que sube por la calle Benigno Malo, pasando por la “esquina de la gripe” como un signo de que las vacaciones han llegado.
En las esquinas del parque se reúnen los muchachos. Han terminado las clases y varios han pasado el año. Ahora van a quinto curso. Otros recibieron ya su reprimenda, pues no lograron aprobar y deberán esperar hasta septiembre para rendir el examen de suspensos. Por allí aparece alguno que definitivamente no pasó; sus amigos, burlones, prepararon ya el presunto telegrama que el colegio enviará a sus padres: “’Profesores entusiasmados piden repetición del año”
Las conversaciones giran alrededor de lo que cada uno hará en los meses de agosto y septiembre, pues parece que las clases se abrirán después del “Día de la Raza” que se celebra el 12 de octubre.
Uno dice que irá a la hacienda por los próximos dos meses; otro, que sus abuelos preparan ya viaje a la quinta de Machángara, a largos cinco kilómetros de la ciudad: está casi lista la camioneta prestada que llevará los colchones, las canastas de las compras y la lámpara de gasolina, que iluminará el juego del cuarenta con la familia por las noches.
El de más allá expresa que irá a la Costa: está previsto un viaje a Playas en la vieja camioneta familiar; varios de los hermanos deberán viajar en la paila. La casa está alquilada cerca del hotel Humboldt, y sólo falta que empiece la vacante judicial de agosto para que el padre, que trabaja en los juzgados, pueda salir también de vacaciones.
El perdedor del año, por supuesto, se quedará en la ciudad, abandonado de todos sus amigos, aburrido y sin tener nada que hacer.
Para ahuyentar estos nefastos pensamientos propone que jueguen a la cascarita. Saca un limón seco del bolsillo, al que le da una mordida en la punta para vaciar su interior. Inmediatamente se forma el círculo y cada uno levanta el limón con la parte interior del pie, lanzándolo alto y con dirección. Los más hábiles lo patean inclusive con el taco.
La diversión se extiende bajo la mirada de la estatua de Abdón Calderón hasta que el limón se cae por falta de habilidad de uno de los muchachos: el perdedor de año. Aparecen inmediatamente las vaciladas: ¡“Vos mismo has sido cascarita”!
Y así, hasta que es hora de despedirse, pactando la revancha para el día siguiente mientras dure su presencia en la ciudad.
Publicado el 15 de julio de 2015
Foto tomada de wikimapia.org
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