miércoles, 29 de julio de 2015

NYC y los nuestros

En el Central Park de Nueva York hay una estatua a Simón Bolívar. El texto de su base pone en evidencia que es un obsequio de la ciudad.

El monumento es muy grande y bonito: Bolívar mira la línea de rascacielos  y el parque desde lo alto de su caballo. Debajo está un carrito con ruedas en el que trabaja María, una ecuatoriana, que, en el tórrido verano neoyorquino, vende agua, fotos de John Lennon y las consabidas camisetas que dicen "I love  NY"

María cuenta que no ha vuelto a su país desde hace catorce años. Viajó a esta ciudad porque sus padres también vinieron a trabajar. Ellos han retornado a Guayaquil pero María se quedó.

Grand Central Station hierve de gente: las diferentes redes urbanas del metro y los trenes tienen aquí su punto de contacto. Hay que caminar de la mano para evitar perderse.

En su interior está  el Oyster Bar y, cómo no, uno de los mozos es José, oriundo de Déleg,  de esos que, al identificarlo, preguntan: "¿Y de qué  parte de Cuenca es usted?”, para concluir indicando que su esposa e hijos también son cuencanos,  pero de Baños.

Trabaja casi veinte años en el lugar y dice orgulloso que lo hace “ocho horas al día y cinco a la semana”. Es, por tanto, un privilegiado.

José expresa que nunca más volverá al Ecuador y tiene una razón simple: su papá ha muerto pero él lo siente vivo y lo sentirá de esa  manera  mientras no vaya al país. Retornar será, entonces, encontrarse con una realidad que no desea aceptar.

La cuenta ya fue entregada pero José se queda platicando un poco más. Inquiere sobre lo que pasa en el Ecuador y revela, orgulloso, que tiene una casa cerca del Colegio Borja, pero que nunca ha visitado y que conoce sólo en fotografías.

En la cola de ingreso al barco que va a Ellis Island, bajo un sol abrasador,  se oye el cantadito de una pareja con un niño en un coche. Ella está nuevamente embarazada. Trabajan, por lo que parece, en alguna factoría. Hoy van a visitar a “Miss Liberty”. 

Mientras esperan pasa un bus con un letrero que dice “All you need is Ecuador”


Publicado el 29 de julio de 2015 
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11041-nyc-y-los-nuestros/




miércoles, 22 de julio de 2015

Las bancas del parque

¿Te acuerdas cuando íbamos a sentarnos en las bancas del parque? Bueno, sentarnos no es exacto, pues jamás utilizamos los asientos. Las jorgas  siempre se sentaron en el espaldar de las bancas, con los pies puestos en el asiento.Tal vez para ver desde más alto a las chicas que venían de los colegios, o para hacerse ver.

Eran unas bancas de cemento, que nada tienen que ver con las bonitas bancas de madera y hierro de hoy. Además estaban pagadas por los comercios que rodeaban el parque. La que usábamos tenía un bajorrelieve de las pinturas Glidden que, en  otro tiempo, también estuvo pintado.

Cada jorga tenía su propia banca: la nuestra, frente al antiguo Seminario; los demás tenían la suya delante de la Catedral Nueva, o del almacén de Eljuri, o frente a la casa de la familia Córdova, o de la señora Rosita Jerves.

Por alguna razón desconocida jamás se usaron las bancas que estaban frente a la Catedral Vieja.

Llegábamos uno a uno, esperando que pronto aparecieran los demás. Rubén no se sentaba: venía despacio, desde su casa en el Puente del Centenario y ponía un pie en el asiento. Siempre usó botas de caña y era el momento para lucirlas.

Los demás si ocupábamos nuestro lugar, pero el que llevaba tarde ya no tenía puesto.
Algunas veces encontrábamos en ella a campesinos que habían llegado a la ciudad. ¿Recuerdas la primera decepción al encontrar ocupado el sitio y la solución que dio alguno de los amigos?

Se acercó sin dudar a los campesinos y les dijo que íbamos a llevarnos la banca. Cuando se levantaron, sumisos y convencidos, los de la jorga tomaron inmediatamente su puesto. El truco siempre pareció odioso pero no fuimos los únicos en utilizarlo.

Desde esa banca vimos pasar a las chicas de las Catalinas, el Garaicoa y los Corazones. Pasó  el Santísimo en alguna fiesta de Corpus. Desde allí  fuimos al velorio del papá de un amigo en la iglesia de San Alfonso. Era el lugar para reunirnos. ¿Te acuerdas todavía?

Publicado el 22 de julio de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11009-las-bancas-del-parque/

miércoles, 15 de julio de 2015

Cascarita

El parque Calderón aparece soleado aunque sopla una brisa fría que sube por la calle Benigno Malo, pasando por la “esquina de la gripe” como un signo de que las vacaciones han llegado.
En las esquinas del parque se reúnen los muchachos. Han terminado las clases y varios han pasado el año. Ahora van a quinto curso. Otros recibieron ya su reprimenda, pues no lograron aprobar y deberán esperar hasta septiembre para rendir el examen de suspensos. Por allí aparece alguno que definitivamente no pasó; sus amigos, burlones, prepararon ya el presunto telegrama que el colegio enviará a sus padres: “’Profesores entusiasmados piden repetición del año”
Las conversaciones giran alrededor de lo que cada uno hará en los meses de agosto y septiembre, pues parece que las clases se abrirán después del “Día de la Raza” que se celebra el 12 de octubre.
Uno dice que irá a la hacienda por los próximos dos meses; otro, que sus abuelos preparan ya viaje a la quinta de Machángara, a largos cinco kilómetros de la ciudad: está casi lista la camioneta prestada que llevará los colchones, las canastas de las compras y la lámpara de gasolina, que iluminará el juego del cuarenta con la familia por las noches.
El de más allá expresa que irá a la Costa: está previsto un viaje a Playas en la vieja camioneta familiar; varios de los hermanos deberán viajar en la paila. La casa está alquilada cerca del hotel Humboldt, y sólo falta que empiece la vacante judicial de agosto para que el padre, que trabaja en los juzgados, pueda salir también de vacaciones. 
El perdedor del año, por supuesto, se quedará en la ciudad, abandonado de todos sus amigos, aburrido y sin tener nada que hacer.
Para ahuyentar estos nefastos pensamientos propone que jueguen a la cascarita. Saca un limón seco del bolsillo, al que le da una mordida en la punta para vaciar su interior. Inmediatamente se forma el círculo y cada uno levanta el limón con la parte interior del pie, lanzándolo alto y con dirección. Los más hábiles lo patean inclusive con el taco. 
La diversión se extiende bajo la mirada de la estatua de Abdón Calderón hasta que el limón se cae por falta de habilidad de uno de los muchachos: el perdedor de año. Aparecen inmediatamente las vaciladas: ¡“Vos mismo has sido cascarita”! 
Y así, hasta que es hora de despedirse, pactando la revancha para el día siguiente mientras dure su presencia en la ciudad.
Publicado el 15 de julio de 2015
Foto tomada de wikimapia.org

miércoles, 8 de julio de 2015

PPL suicida

El funcionario dice: “Lamento informar que el PPS se ha suicidado”. Lo expresa de una manera simple, llana, sin mayores emociones.

La gente se pregunta: ¿Serán esas sus iniciales? ¿Se protege de esta forma a su familia?
Saltan las posibles respuestas: una vida, posiblemente miserable, ha llevado al difunto a tomar esta terrible y definitiva decisión; la falta de afecto; la soledad; tal vez los problemas económicos o, más simplemente, una depresión incurable.

El ciudadano que ha escuchado la noticia por la radio, aún no puede entender qué se oculta detrás de esas siglas, que se repiten ominosamente en la entrevista: tres letras, todas consonantes, que ocultan una vida y una muerte completas.

La frase traducida dice simplemente: “Lamento informar que el persona privada de libertad se ha suicidado”, así, incluyendo el error de sintaxis. Ha sucedido en la cárcel y la noticia, que fuera de primera línea en un noticiario, hoy ya no interesa a nadie.

Hace muchos años la cárcel pasó a llamarse “centro de rehabilitación social” o CRS. Necesitamos conocer si ese cambio produjo efectivamente un sistema que permite que la PPL ( o persona privada de la libertad, en los términos oficiales), salga de allí con otras expectativas que no sean las de volver a delinquir o si se ha perdido definitivamente.

Somos una sociedad que se oculta en abreviaturas, en eufemismos, en el cambio de nombre de las cosas buscando suavizar su impacto, su significado, la afectación que puede causar el término duro. Una página web del Ministerio de Justicia señala hoy: “PPL del CRS Cotopaxi compartieron misa papal”


Más allá del eufemismo que trata de encontrar la receta que oculta realidades en un lenguaje políticamente correcto, la sociedad, que refleja la condición ética y humana de los individuos que la componen, está obligada a repensar si el simple cambio de palabras resuelve los problemas. 

Quizás hablar del PPL suicida es sólo otra forma de ocultar la realidad.



http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10944-ppl-suicida/

Publicado el 8 de julio de 2015

miércoles, 1 de julio de 2015

Galería alta

Decididos a ir al cine, podíamos adquirir boletos para luneta o galería, alta o baja, de acuerdo a la condición económica o “iliquidez” momentánea del amante del Séptimo Arte.

La luneta estaba reservada para las películas románticas, a las que se invitaba a la novia. Los jóvenes buscaban consolarla con un beso en la triste historia de Romeo y Julieta, aunque no faltaba un amigo que decía “¡No cuentes, pues!” cuando se hablaba del trágico final de la pareja.

Pero, para concentrarse en un filme, había que ir cualquier día de la semana. Mejor aún cuando habían terminado las aburridas clases porque llegaba julio y se abría el luminoso futuro de las vacaciones.

No es que sobraba la plata y, por ello, la decisión estaba tomada: ¡Vamos a la galería!

Cada teatro tenía la suya: el de la Casa de la Cultura contaba con una especie de graderíos tan anchos que, al apoyar la espalda en la parte posterior, las piernas quedaban encima del piso de madera, sin que las rodillas pudieran doblarse. Estábamos condenados a ver la película sentados en escuadra. Llegando al techo, siempre había alguien que se levantaba de improviso y se daba un golpe en la coronilla.

El teatro Cuenca, por su parte, contaba con galería alta y galería baja, separadas solamente con un cerco de tablas rematado con clavos. 

La diferencia de precios permitía la compra de un Lucky Strike  pues no hubo jamás mejor sitio para aprender a fumar que el gallinero de un teatro.

Era también el lugar adecuado para soltar improperios, algunos impresentables como el que se gritaba a la madre de cualquier criatura que empezara a llorar. Otros, clásicos, como el que se oía apenas la película se desenfocaba o el rollo se acababa sin ser reemplazado de inmediato: “¡Cuetero, suelta a la china!”

Allí vimos obras de arte: La naranja mecánica, Easy rider, El graduado. Nos divertimos con La fiesta inolvidable. Aprendimos la historia tergiversada de El Álamo. Fueron cientos de películas.

Ese viejo teatro, sin 3D ni pantalla gigante, fue nuestros Cinema Paradiso personal.

Publicado el 1 de julio de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10912-galera-a-alta/