La situación se presenta fácil; simplemente ha llegado un email desde muy lejos e inmediatamente se mezclan dos emociones: el deseo de ayudar a una persona desvalida(¿?) y la codicia.
Es que el correo trae frases muy mal escritas pero a la vez conmovedoras: “Estimado señor: mi padre fue el Presidente de Guinea Ecuatorial y realizó muchos favores a su pueblo. Lamentablemente murió en un accidente aéreo en 2002 y su obra ha quedado trunca. Tengo 20 millones de dólares que él habría deseado repartir en los hospitales de su país. Si usted acepta cumplir con su deseo, de los fondos indicados usted recibirá dos millones”.
Ante un pedido tan noble la persona que recibió el mail piensa que debe llevar adelante la misión, más aun si el preclaro presidente africano ha dejado una parte de esta fortuna para quien lleve a cabo sus deseos.
El mail es contestado. La respuesta es muy rápida: indíquenos el número de una cuenta corriente, envíenos 1.000 dólares para gastos de envío.
La información se entrega sin contratiempo y abiertamente. El resultado es siempre el mismo: la cuenta corriente donde están los ahorros de la familia es desvalijada, los 1.000 dólares enviados por transferencia nunca vuelven a aparecer.
La información se entrega sin contratiempo y abiertamente. El resultado es siempre el mismo: la cuenta corriente donde están los ahorros de la familia es desvalijada, los 1.000 dólares enviados por transferencia nunca vuelven a aparecer.
La hija del presidente de Guinea Ecuatorial siempre escribe desde un hotmail o un gmail. Igual sucede si quien redacta es el gerente general del Banco Central de Nigeria o el mismísimo Bill Gates, que notifica que usted se ha ganado la lotería de Microsoft.
¿Alguna vez el beneficiado ha comprado algún artículo de dicho gigante tecnológico? ¿El Office que tiene es pirata? Nada importa: el señor Gates debe saber que soy una persona preocupada por el avance de la informática y si me pide el número de una cuenta, se lo doy: Gates es una persona seria y conocida.
Cualquier cosa que pueda imaginarse ya está inventada para el fraude: desde posibilidades de trabajar en las plataformas petroleras del Mar del Norte con un sueldo mensual de 15.000 dólares, hasta el mensaje que envía un supuesto albacea testamentario de Gadafi.
Así es la condición humana: el dinero fácil nubla la vista y el hombre más seguro pierde sus cabales. Tal vez usted ha recibido ya un correo como éstos; espero que no lo haya contestado.
Publicado el 22 de abril de 2015
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