miércoles, 1 de abril de 2015

Los Pasos


Salían las imágenes, unas cargadas en hombros; otras, de gran tamaño, como La Última Cena, en un camión al que se había colocado una plataforma. Todas impresionaban a los observadores, tanto por su extraordinario parecido con la realidad como por lo que mostraban: un hombre-Dios azotado, atado a una columna y cerca de allí un gallo, mientras el sayón tenía un rostro desencajado y horrible.

El Descendimiento de la Cruz, directamente a los brazos de la Madre, mientras se sostenía el cuerpo en una sábana blanca, mostraba el rostro ya muerto, con la corona de la que brotaban gotas de sangre.

Las figuras están sentadas alrededor de una mesa: cada una de ellas tiene en el rostro la terrible pregunta: “¿Seré yo?”. Las manos levantadas, el pecho que se toca, la mirada inquisidora, mientras que, en el borde, el traidor busca la manera de esconder la bolsa que se encuentra en el suelo.

Todas estas imágenes desfilaban por las calles de Cuenca, entre el silencio de la multitud, el olor del incienso, y los cantos antiguos y quejosos, a veces destemplados en las voces de las mujeres del pueblo, que se elevaban sobre la multitud y que pese al muy perceptible desentono, nadie osaba lanzar burla alguna.

La antigua ciudad, paralizada, continuaba el ritual que venía del domingo anterior, el de Ramos, con la palma de cera tejida que sería después amarrada en alguno de los pilares de la casa campesina o ciudadana, para evitar la caída del rayo.

Ha pasado el tiempo: la secularización, concomitante con la modernidad y el arduo trabajo de ganarse la vida cada día, llevaron a que Los Pasos nunca más transiten por las calles empedradas. Muchas imágenes fueron a parar en bodegas ignotas donde la polilla poco a poco empezó a convertirlas en aserrín.

Otras se rescataron para transformarse en lo que siempre fueron: obras de arte popular que estaban al alcance de quien las viera pasar el Martes Santo, sin tener que recurrir a un museo.

Mezcla de cultura popular, religiosidad y fiesta triste, la Semana Mayor transcurría hasta el Domingo de Pascua. Había terminado un ciclo, fugaz y permanente, como el reflejo propio de la vida.

Publicado el 1 de abril de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10487-los-pasos/

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