miércoles, 8 de abril de 2015

El viejo de matemáticas

El colegio, y también la universidad,  han dividido a los estudiantes en dos grandes grupos: los “matones” y los “vagos”. Los primeros son capaces de leer los libros que envía el profesor, aunque puedan contener pasajes esotéricos como “las sociedades en el derecho germánico” o “la importancia de la Compañía Holandesa de las Islas Orientales en el desarrollo del capitalismo”.


Los segundos contestarán su control de lectura manifestando que en Germany –y no Germania- se aplicaba el Código de Hammurabi y que la mencionada Compañía Holandesa tuvo origen en Italia.
 
Qué puede esperarse si en la esquina de las calles Bolívar y Benigno Malo, hasta hace algunos años un gran letrero anunciaba el nombre del local como “La Francia, casimires ingleses”.
 
Sin embargo, matones y vagos tuvieron, en algún momento, su bestia negra: así, el viejo de matemáticas era un cuasi jubilado inepto que, fundamentado en el Álgebra de Baldor –si, aquella con un posible Osama Ben Laden, que no Al-Juarismi en su carátula- explicaba tan mal su materia que nadie aprendió los números primos y menos aún los logaritmos. Estos conocimientos son hoy tan extraños como los encantamientos de Harry Potter.
 
¡Qué decir de la vieja de contabilidad, pues la profesora siempre fue una mujer! Aquella que trató, hasta la saciedad de explicar la diferencia entre el debe y el haber, utilizando el dibujo de una T en el pizarrón. Los trabajos debían ser perfectos. Esta arcaica profesora, sin saberlo, se ceñía estrictamente al Código de Comercio, que hasta hoy dispone que los libros de contabilidad deben estar forrados, foliados y sin enmendaduras.
 
Para otros la bestia negra fue, sin lugar a dudas, el profesor de educación física.  Sí, aquél que, en la primera clase, escogía las parejas de compañeros que se enfrentarían en boxeo en hora cercana. El mismo profesor, filosóficamente, no escogía a los contrincantes por su tamaño o peso, sino por orden alfabético. La razón era obvia: la vida nos enfrenta con enemigos que no buscan coteja. 
 
En todas las áreas del conocimiento siempre hubo una materia odiosa: el inglés o la mecanografía –propia para niñitas y no para varones que ya exhibían unas primeras barbas- la física, la historia del “cinquecento” o la geografía de las hoyas andinas. Al final sobrevivimos y, aunque no recordemos plenamente de la tabla periódica de Mendeleyev, quien sabe si, muy desde el fondo de nuestra mente, todos estos conocimientos nos llevaron a ser lo que hoy somos. 

Publicado el 8 de abril de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10517-el-viejo-de-matema-ticas/

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