miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Otro idioma?


Leído en la pared de madera que rodea un edificio en construcción en la ciudad de Quito: “Para estrenar: pent-house con splashpool, wi-fi en todos los pisos, suites con kitchenette…” Escuchado en una radio en Cuenca: “Mall …  tu punto de encuentro en este back to school…”

En las oficinas se oye: “Su falta de cuidado supone un memo al file”  o “Vamos a lonchar” y también “Ponle slash para el sort de esa lista…” pues de otra manera no podrás accesar a la información.

Si uno de nuestros ciudadanos comunes de hace sesenta años se levantase, supondría que el idioma de sus antepasados ha desaparecido y ha sido sustituido por otro, ininteligible. 

Es cierto que el idioma es una pieza viva de la cultura, pero la razón fundamental de su existencia es permitir la comunicación entre los seres humanos.

No es fácil entender en qué gastaba don Quijote de la Macha su plata, pues con  “el resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino”. O qué pasaba con el Cid Campeador cuando “de los sos ojos tan fuerte mientre lorando/
tornava la cabeça y estava los catando.”

Pero las frases antedichas son el nacimiento de nuestro propio idioma, que ha ido tomando palabras del griego, el latín, el árabe y otros más, para enriquecerse en los últimos cinco siglos con las lenguas y dialectos americanos.

Buena parte de los cambios se deben a la tecnología, que no ha encontrado palabras adecuadas en español para representar el concepto de una nueva pieza, sistema o artefacto. La gente se niega a decir “tableta”, en vez de “tablet” y el “dvd” se pronuncia “dividí”. 

En muchas cédulas de identidad los apellidos que se escriben con “ñ”, aparecen con “n” pues el sistema operativo no permite hacerlo de otra manera. Así encontramos a los “Munoz” y los “Ordónez”,  y algún amigo nos desea “feliz cumpleannos”.

La lengua es parte de la identidad. Tratemos de mantenerla hasta donde sea posible. Otros países lo hacen: las noticias argentinas nos han informado que la presidenta Cristina Fernández usa “calzas” y no “leggins”, aunque esa palabrita parezca venida de tiempos del Quijote.

Publicado el 2 de octubre de 2013

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