Hace unos días apareció en la prensa una noticia que decía:
“En Chumblín, el chamburo es una fuente de ingresos”. La frase llevó
inmediatamente a que muchos recordáramos al amigo dueño del conocido apodo que,
en defensa, sacó inmediatamente de sus archivos una lista que puso a
disposición.
La mentada lista contenía una enumeración muy larga de
apodos cuencanos. Con ella podemos darnos cuenta, si entramos en el campo de la
sociología, que muchos sobrenombres provienen de la vida del campo y de la hacienda,
orígenes de la sociedad cuencana. Están
los que se refieren a animales e, inclusive, a plantas. Claro está que el
original dueño del apodo o sobrenombre dio razones suficientes a sus amigos –o,
tal vez, fueron enemigos- para que le “clavaran” un nombrecito que fue
posteriormente heredado por sus hijos, nietos y bisnietos.
Hay personas a las que se les conoce solamente por el apodo,
pues su nombre ha pasado a campo desconocido. Algunos, valientes, han pedido al
Registro Civil que se incluyera el sobrenombre en su cédula de identidad, con
lo que definitivamente pasaron a hacerlo suyo, sin vuelta atrás.
Ciertos ciudadanos llevan sus apodos con mucho orgullo, otros
quisieran que nadie los conociera, pues son feos, desagradables, o simplemente
hirientes. No existe, en todo caso, familia que no tenga el suyo que, por
supuesto, nada tiene que ver con el detestable “alias” con que se protegen los
indeseables y perseguidos por la justicia.
Si Usted recorre los nombres familiares, los de su jorga, o
de personas conocidas, va a encontrar que la fauna se muestra en todo su
esplendor. Hay aves: búhos, chugos, gallinas, garzas, loras, pavas, lechuzas,
mirlos, palomas, gallos o simplemente pájaros, en forma genérica.
Los equinos se encuentran representados por los caballos,
los burros, las yeguas y las mulas; los bovinos por los toros o su traducción
nativa de huagras; los ovinos por las cabras, los borregos y los chivos. Están
los perros y los zorros.
Aparecen animales exóticos para nuestras tierras como los
camellos y los tigres; insectos como los zancudos, los piojos y las pulgas, sin
olvidar a las polillas.
A cada uno de ellos puede Usted agregar un apellido, y la
figura del personaje queda completa. Estos nombres sirven muchas veces para ubicar
a quienes de otra manera sería imposible: “¿Te acuerdas del Wilson? ¿De quién?
¡Del Mishi, pues!”
Ventajosamente a nadie se le ha ocurrido decir que fulanito
tiene un “nickname” en vez de un apodo.
Publicado el 9 de octubre de 2013
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