miércoles, 27 de marzo de 2013

La Laguna


Hubo un tiempo en que los meses de febrero y marzo, concordando con carnavales y Semana Santa, eran los “tiempos de monas”. Mucho y muy bien se ha escrito sobre este tema que ha mantenido ocupada la mente de los cuencanos durante tantos años. Allí está, como muestra, el artículo de La Escoba que se lee como el primer día.

Los cambios de nuestro país y del mundo entero hicieron que ese “tiempo heroico” desapareciera. Hoy nos visitan muchos extranjeros, pero ya no se ve llegar por la avenida España un bus lleno de colegialas acompañadas de una monja, que toma directo hacia Pumapungo y la Casa de Ejercicios, lugar del arribo final en temporada de vacaciones costaneras.

Los estudiantes de la ciudad, entusiasmados con las visitantes y con ánimo inicial de servir de guía para conocimiento de los lugares turísticos más representativos, tenían arduo trabajo para convencer a la monjita que había un sitio digno de conocerse. El lugar estaba en las estribaciones que llevan al Cajas,  a donde no era posible llegar por lo complicado de su geografía, sin vías seguras más allá de la casa del señor Guevara. Sin embargo, había una laguna demostrativa de lo que se podría encontrar más adelante, en tiempo que la trocha no había sido abierta, ni la Virgen del Cajas era visitada, ni se podía llegar a Guayaquil atravesando Tres Cruces, salvo a lomo de mula.

Revelar el origen del nombre era bastante complicado: ¿Que por qué se llamaba laguna de Viskosil? Cuántas explicaciones inverosímiles se dieron, sin acertar jamás a manifestar que era el apellido del checo que dispuso cavar el hueco, colmado después con aguas del Tomebamba.
Llegados al lugar, la cabaña campestre de madera, la laguna con truchas y el río rugiente –era invierno en Cuenca- indudablemente impresionaban a monja y alumnas. Más les impresionaba que, de inmediato, siendo solamente las tres de la tarde, se escuchara música que invitaba a los audaces a iniciar el baile, utilizando todo el arsenal poético, supuestamente heredado por cada cuencano para lograr su cometido.

La monjita se preocupaba a las cinco de la tarde, cayendo en cuenta que el tour ciudadano no continuaría más allá de Viskosil. Llamaba a las alumnas al orden y, de inmediato pedía que se consiguiera vehículo que les transportara para continuar en el centro, con la visita de las Siete Iglesias.

La fiesta terminaba abruptamente, pero cuencanos y monas habían llevado adelante y en la práctica, un ejercicio de unidad nacional que tal vez hoy nos lo da solamente la Selección de fútbol.

Publicado el 27 de marzo de 2013

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