miércoles, 13 de marzo de 2013

Iris


Cuenca ha sido y sigue siendo una ciudad conservadora. No me refiero a las tendencias políticas que han demostrado lo contrario en las últimas elecciones, sino a la actitud personal y grupal de su gente. Excepciones hay.

Hubo un momento en que la televisión mostró a “la vedette de América”,  “la bomba de Puerto Rico” o “la reina del Caribe”, que bailaba en la pantalla escandalizando no solamente a las beatas –que no veían TV, pero estaban bien enteradas- sino a muchas madres de familia, que preveían que un hogar bien cimentado podía fracasar por la presencia semanal de Iris Chacón. También los papás mandaban apagar el aparato, para evitar la perversión de los adolescentes.

Iris tenía un poco más de 20 años y se movía con un ritmo de licuadora propio de quien quiere salir fuera del pequeño bikini. Todos los caballeros de Cuenca que habían comprado un televisor en los años 60, llegaban pronto a casa para ver el programa, despidiéndose de los amigos en el parque Calderón o en la botica de la esquina. Los juegos de 40 quedaban reservados para un día distinto, pues cada uno de los televidentes encontraba una razón válida para regresar pronto a casa: “tengo que ver a mi mujer, que está algo enferma”, “los hijos me esperan para merendar” y así por el estilo.

Pronto corrió como pólvora la noticia que Iris estaría en Cuenca y que se presentaría en un show privado para 50 señores que tuvieran la posibilidad de pagar la entrada. El precio no era nada barato pero  se ha perdido en el tiempo, más aún con la dolarización, e incluía nada menos que un “sorteo” para que el favorecido pudiera pasar la noche con la famosa vedette.

Los boletos se vendieron como pan caliente. Todos los suertudos que los consiguieron sufrían más que un niño que espera la llegada de una Navidad aún lejana: ¿Tendré yo la suerte de contar a mis amigos cómo es, en verdad, Iris Chacón?

Llegado el día, Iris no apareció en el show. El engaño se había consumado y el promotor del esperado espectáculo se llevó el dinero. Se dice que nadie presentó demanda para no pasar como uno de los tontos que fueron engañados, o por la segura expulsión de la casa familiar que se veía venir.

Iris Chacón tiene hoy 63 años, y jamás supo que algún engañador profesional utilizó sus encantos para calentar las pasiones de unos cuencanos que, cabizbajos, regresaron al día siguiente a su trabajo ordinario. Muchos no encendieron más la televisión en horario estelar, para evitar las tentaciones.

Publicado el 13 de marzo de 2013

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