miércoles, 3 de abril de 2013

Gangsters y tango


Marlon Brando ha vuelto a las pantallas de los cines con El Padrino, película clásica que reaparece para que la vean otras generaciones. La película, pese al paso del tiempo, mantiene su ritmo y, a la vez, demuestra la relatividad de una censura que, hace cuatro décadas, la calificó de manera mucho más dura que hoy.

La censura: distinguidos ciudadanos de Cuenca se reunían en el viejo cine Sucre en las tardes de los martes a calificar las películas que se proyectarían en la ciudad. Las que podían presentarse para todo público se pasaban inclusive en vermouth, esa función de las diez de la mañana de los domingos, a la que iban los niños y jovencitos después de la misa.

Pero un día llegó a la censura otra película de Brando: El último tango en París. Este filme venía con el sello de “prohibido” en muchos países. Se lo consideraba excesivo, tanto que el mismo director Bertolucci fue llevado a juicio por obscenidad.

La censura tuvo un difícil dilema: la España franquista la había vetado y los españoles hacían viaje a Perpiñán, en Francia, para verla. Los que volvían podían contar escenas tan escabrosas que impulsaban a los demás a tomar su viejo coche Seat y cruzar la frontera.

La censura cuencana resolvió que El último tango no se pasaría en Cuenca: los amantes del cine, los curiosos y los morbosos manifestaron su rechazo al distinguido grupo calificador, tachándolo de retrógrado.

Sin embargo, para sorpresa de todos, se conoció que El último tango se presentaría en un cine en la ciudad de Azogues. Los cuencanos, tal como los españoles viajando a Perpiñán, recorrieron los 30 kilómetros para comprobar si Brando era tan salvaje como decían, o si María Schneider era realmente atractiva, aunque no guapa.

Muchos volvieron asqueados, otros encontraron que lo mejor de la película era la música –al igual que lo dijo un amigo con “Emanuelle”-. Por allí un tercero manifestó que el viaje no valió la pena.

Años después El ultimo tango se presentó en la ciudad, en el mismo cine Sucre de la censura. La cola para entrar llegaba lejos, rodeando el edificio de la Corte Superior de Justicia.

Hace poco, El último tango en París se pasó por televisión abierta, pero no he escuchado a nadie que lo haya visto. Tal vez era tarde: las once de la noche de un día ordinario, cuando hay que levantarse temprano, obliga a dormir pronto. Los conocedores dicen que Brando está mejor en El Padrino.

Publicado el 3 de abril de 2013

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