miércoles, 24 de junio de 2015

Sexo y nueva tecnología

Ha pasado el Día del Padre y los papás de esta ciudad han sido agasajados como se merecen. Ser padre, por supuesto, no es poca cosa y aunque la condición de madre es indudablemente superior en el ranking ya que “madre hay una sola”, los papás tienen también su parte importante en el nacimiento, crecimiento y formación de los niños.

Hoy los papás van al médico acompañando a la futura madre para que la ecografía muestre que la pequeña criatura crece bien y, por supuesto, para saber el sexo que tendrá.

De allí, si el niño que viene es varón el papá puede empezar a comprar cosas que solamente a él se le podían ocurrir. Así, la camiseta de fútbol del equipo de sus amores tendrá que enfrentarse a la chambra que ha tejido la abuela (o, tal vez, la bisabuela, porque las más jóvenes ya no saben hacerlo)

Los papás adquieren además las cosas que no pudieron tener en la infancia: un avión que vuela de verdad o un tren eléctrico que arroja humo. Todo, pensando en el vástago (¿?)

Por supuesto, si va a ser mujercita, habiendo desaparecido la peyorativa referencia a la “chancleta”, el padre empieza a quererla de manera desordenada: ya no hay juguetes que puedan suplantar los de la infancia personal y las tiendas femeninas, aún para mujeres pequeñas, están vedadas a los varones.

Se discute, por ello, si es conveniente saber el sexo de la criatura que vendrá: las ventajas son indiscutibles pues permite hasta comprar las cortinas adecuadas para el cuarto que albergará al recién llegado.
Tal vez los padres actuales no lo saben, pero hubo un tiempo en que el sexo de los niños se conocía solamente al nacimiento. Por ello, el invento tecnológico más grande de una de las más conocidas clínicas de la localidad era así de simple: sobre la puerta de entrada al quirófano estaban dos conejos, uno de color azul y otro rosado.

El pobre padre primerizo tenía la mirada fija en los muñequitos, esperando ansiosamente que el doctor Vega encendiera la luz de uno de ellos.

A veces se oía el llanto que provenía del último lugar de esa venerable clínica situada en plena calle Bolívar. Otras, solamente se prendía el conejito.

El papá respiraba tranquilo y pensaba: ¡Qué haríamos sin las maravillas de la técnica actual!


Publicado el 24 de junio de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10879-sexo-y-nueva-tecnologa-a/

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