Que todo tiempo pasado fue mejor nadie lo duda. Y es que la mente humana tiende, ventajosamente, a olvidar los problemas y los malos ratos. Al final, con la bruma del tiempo todo se embellece y lo que pudo haber sido una circunstancia anodina se evoca –o construye- con pequeños recuerdos agigantados y posiblemente falsos.
¿Tuvimos otra vida? ¿Fuimos ciudadanos de otro lugar y tiempo? Si fuera posible, dirá cualquiera, volvería en una máquina a otra época en la que posiblemente fui más próspero (y poderoso).
Es que las situaciones vividas de seguro fueron más interesantes que el aburrido trajín de ir a la oficina de ocho a doce y de dos a seis. Eso si: siempre un héroe, nunca un vasallo como el que se arrastra camino al taller, la clase o el empleo degradante.
¿Quién no ha soñado que vivió en la Roma Clásica y entró entre trompetas por el camino del Foro, después de triunfar en las Galias? Nadie, sin embargo, espera haber sido el galeote que rema, con el látigo en la espalda destrozada, mientras el trirreme navega por el Mediterráneo.
Seguro que viví en la corte del Inca y, si no fui uno de ellos, posiblemente estuve tras el trono, tratando de persuadirle que destruya a los blancos barbudos que aparecieron de pronto. ¿Y si fui uno de los mitimaes expulsados de la tierra para trabajar en otra, extraña y dura, a miles de kilómetros de mi sembrío de maíz? ¿O un degollado en Yahuarcocha?
Jamás supondré estar en las trincheras de la Gran Guerra, sino volando en un biplano sobre el lodo donde yacen los soldados ciegos por el gas de mostaza.
Seguramente tendré la estrella del sheriff y seré el más rápido del Oeste, y nunca apareceré muerto en Little Big Horn entre los cientos de soldados caídos por la imprudencia del general Custer.
Habré sido Rumiñahui, o Huayna-Cápac, o tal vez Ricardo Corazón de León, pero nunca el peón que jamás vio una batalla y que, durante toda su vida, lo único que hizo fue cavar la tierra y morir de viejo a los 32 años.
Seguro que todo tiempo pasado fue mejor y, por ello, es razonable mantenerlo en la memoria. Una máquina del tiempo: ¿para qué? Parece que Joaquín Sabina tiene razón: “al lugar donde has sido feliz/no debieras tratar de volver.”
Publicado el 3 de septiembre de 2014
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