¡No es posible creerlo! ¿El sostén, inventado recién a finales del siglo XIX y comercializado desde 1910?
Si no existiera la magia del cine, nunca habríamos visto a Raquel Welch, con su bikini “un millón de años a.C.”, pues la famosa Raquel, de apellido Tejada ya que su padre era boliviano, se convirtió en un sex symbol con esa prenda, todavía no inventada en la época de las cavernas.
Las feministas no habrían podido quemarlo en los años sesenta como muestra de su militante lucha por la liberación, como los varones lo hacían con la libreta de enrolamiento para evitar el viaje a Vietnam, cosa que parece que hizo el matrimonio Clinton en sus tiempos universitarios.
La historia de las cosas: las que vemos todos los días, que creemos de una antigüedad insondable, están más cerca de nosotros de lo que creemos. Por supuesto, relativamente, cuando hablamos del desarrollo de la humanidad en los últimos 20.000 años.
Comer guatita con cuchara se volvió “viral” hace unos años, antes de la posibilidad que la comida chatarra pudiera sufrir el embate de los impuestos. Claro: si el tenedor recién lo puso de moda Catalina de Médici, que lo usaba además para rascarse la espalda.
Por ello la gente más elegante comió con las manos hasta el mismo siglo XVIII. Ahora lo hacemos también con los platos típicos de nuestra cocina pues, como bien lo dice el “Tres Estrellas”: el cuy con las manos. Pero sin los cubiertos tampoco existirían las cenas románticas.
¿Un caso más? El de los zapatos. Imelda Marcos –si, la misma que, por oír a los Beatles en las Filipinas, casi llevó a que los guardias de su marido presidente los metieran presos- tuvo una colección de 1.000 pares, casi como en el guardarropa de las chicas de hoy.
Tales zapatos tienen cada uno su izquierdo y su derecho: los Tres Mosqueteros, sin embargo, usaron botas que podrían calzarse indistintamente en cualquier pie. La fabricación no hizo diferencia sino hasta el año 1800, mucho después de los zapatitos de taco de los reyes franceses.
Las cosas: buen tema para pensar, y descubrir qué verán nuestros hijos y nietos. ¿Un nuevo celular? Vejeces del abuelo. ¿Un iPod minúsculo?: tal vez al lado de los casetes y la plancha de hierro, como recuerdo de una tarde inolvidable y ya olvidada, como lo decía Borges de un trébol de cuatro hojas.
Publicado el 10 de septiembre de 2014
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