¡Quién podría escribir como este joven!
He terminado la lectura del libro “La verdad sobre el caso
Harry Quebert”. El autor es el suizo Jöel Dicker, que tiene nada menos que 29
años. Escribió esta novela hace dos años y, sin lugar a dudas, se ha convertido
en un fenómeno mundial.
Lo cierto es que, en un tiempo en que hay tanta cosa para
ver en la televisión- basura y cosas buenas, aunque mucho menos-, y faltan las horas para el trabajo y estar con
la familia, abrir una novela de casi setecientas páginas parece un
despropósito.
Nada más equivocado. Inmediatamente el libro atrapa y
sumerge al lector en un torbellino de situaciones extremas: una niña de quince
años, un autor que no puede escribir, un pueblo anacrónico, un amor imposible,
una desaparición, el descubrimiento de un cadáver, un asesinato.
El retrato de todo un pueblo, con sus virtudes y miserias
(más éstas que las primeras) y, durante toda la trama, el desafío a la mente
del lector para que descubra la verdad, con pistas que llevan de un lugar a
otro de la manera más extrema y, a la vez, lógica. Esta verdad no es solo la de
la muerte, es también de la vida de cada uno de los personajes, tan comunes
como cualquiera de nosotros.
Cada uno de los treinta y un capítulos empieza con el
consejo que Harry Quebert, el escritor famoso, da al novel Marcus Goldman para
que éste pueda escribir un libro.
Hemos tenido la suerte de poder leerlo en español inclusive
antes que se traduzca al inglés: en los Estados Unidos se presentó recién en
mayo de este año, lo que nos permitió una pequeña revancha intelectual ante una
sociedad que, nos guste o no, compra millones de libros.
Al final, como un homenaje a este nuevo genio de la
literatura, cabe reproducir lo que el mismo Dicker escribe con toda propiedad:
“Un buen libro, Marcus, no se mide sólo por sus últimas
palabras, sino por el efecto colectivo de todas las palabras precedentes.
Apenas medio segundo después de haber terminado el libro, tras haber leído la
última palabra, el lector debe sentirse invadido por un fuerte sentimiento;
durante un instante, sólo debe pensar en todo lo que acaba de leer, mirar la
portada y sonreír con un gramo de tristeza porque va a echar de menos a todos
los personajes. Un buen libro, Marcus, es un libro que uno se arrepiente de
terminar”.
Publicado el 27 de agosto de 2014
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