miércoles, 30 de abril de 2014

McCartney en Quito


¡Y vimos al genio! La noche nos dio un remojón pero nada de eso importó. Para todos los que han seguido a Paul McCartney a lo largo de los años que, en ciertos casos, pueden ser más de 50, encontrarse cara a cara con el autor de las canciones que han sido la “banda sonora” de toda una vida, fue un momento mágico.

Puntual como buen inglés, inició a la hora prevista, sin preámbulos ni pujos de quien cree sentirse superior al resto. Abajo, entre los miles de personas que le escucharon, estaba un boliviano con su esposa, que venían en caravana desde el sur del Continente.  A un costado, un joven como tantos, agita como en un mantra el disco “Help”, proveniente de algún baúl antiguo pero nunca olvidado.

Una joven pareja, que no se conocía cuando se tocó por primera vez, se besa mientras McCartney canta “Maybe I’m amazed”: “Yo mismo me sorprendo de la forma que me quieres/ pues soy solamente un hombre en medio de la nada/al que guías cuando está equivocado/Yo mismo me sorprendo de cuánto te necesito”.

Presenciamos una gira enorme por todos los mundos musicales posibles, desde el origen del metal con “Helter Skelter”, hasta la dulzura de “Yesterday”, cuando McCartney enfrenta el escenario solamente con una guitarra. El recuerdo de John Lennon al que quisiera tener “Hoy, aquí”, o de George, con el ukelele para cantar “Something”, que se transforma en la pieza prodigiosa que incluyó el disco “Abbey Road”. 
Siguieron la tristeza de Eleanor Rigby y toda la gente solitaria que nadie recuerda, la joya beatle de “He visto una cara que no puedo olvidar” y el coro de “Hey Jude”.

Y, así, sin parar, durante tres horas, sin un respiro, sin tomar un vaso de agua, gozando de hacer lo que hace y repartiendo lo que tiene, que es mucho, sin preocuparse demasiado que la lluvia andina caiga también sobre el bajo Hoffner, pero capaz de decir “¡achachay!” cuando arrecia la tempestad. Rockeando a sus 71 como si tuviera, no 20, sino 40 años menos.

Hoy va a Costa Rica, y después a Corea y al Japón. Entre junio y agosto estará en los Estados  Unidos: ejemplo de quien puede mantener el nivel más alto de calidad en lo que hace, y no rendirse a ser un anciano que lleve a los nostálgicos a escucharle casi con tristeza. Este hombre incombustible estuvo y está en lo más alto. Un conocedor del arte, Guerman Piedra, me lo dijo anoche: “He asistido a los conciertos más importantes del mundo, pero este ha sido el mejor”.  ¡Larga vida, Paul McCartney! 

Publicado el 30 de abril de 2014

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