Si vemos la serie “Cosmos” nos invade de inmediato la sensación de pequeñez; nuestra mente no alcanza a asumir que estamos en algún lugar perdido de un universo enorme, y que nuestro sistema solar ni siquiera está en el centro de la galaxia. No solamente nos golpea la impotencia ante lo grande sino también el desconocimiento de lo pequeño y, sobre todo, la relatividad del tiempo, incluyendo el de nuestras vidas, en relación a los millones de años transcurridos desde el Big Bang.
Si los homínidos aparecieron en la tierra hace tres millones de años, y los hombres de hoy somos así desde aproximadamente 30.000, ¿qué pensar de los dinosaurios que poblaron nuestro planeta por 250 millones de años?
Está claro que la humanidad permanecerá por algunos cientos o miles de años más, una gota en el océano enorme del tiempo, y que después este mundo tendrá otros animales y otras plantas. Lo más extraño será que esos nuevos seres llevarán, en su interior más profundo, rastros de nuestro ADN, como nosotros lo tenemos de los trilobites.
La humanidad, sin embargo, ha sido capaz de caminar por la Garganta de Olduvai, en medio del África, hace 30.000 siglos, y también por el Mar de la Tranquilidad, en la Luna, hace muy poco. Desapareceremos, si, pero qué grandes cosas habrá hecho el hombre en su fugaz paso por la tierra.
Tal vez la tristeza que sentimos se debe a que nadie, nunca más, sabrá del esfuerzo para tallar la primera rueda, prender la primera fogata o construir la primera imprenta. Todo habrá terminado con nosotros. Y, si en algún momento, de algún lejano planeta de otro sistema solar, en el que la Ley de la Relatividad no funcione y la velocidad de la luz no sea el freno para ir más rápido, alguien nos visita, es posible que sea tan distinto, que sus moléculas no estén formadas de carbón ni respire oxígeno. Pese a su inteligencia para viajar por el espacio ese ser, que no veremos, nunca llegará a descifrar lo que fueron los terrestres.
Espero que usted, que lee esta columna, se siente con sus hijos o nietos frente al televisor, esa “caja tonta”, y que tengan la oportunidad de asombrarse con “Cosmos”. Después discuta con ellos, intercambie ideas y regocíjese porque ha tenido la oportunidad de asombrarse.
Publicado el 9 de abril de 2014
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