miércoles, 7 de mayo de 2014

Se ha ido un vecino

La página editorial de un periódico es como el barrio. Distintas personas –y personalidades- conviven en un espacio cercano; cada una de ellas tiene posiciones individuales y una personal forma de ser. Algunos escriben de política y otros de literatura; el de más allá, incisivamente refiere lo que sucede en la ciudad y otros apoyan o denuestan al Gobierno.


Cada día un vecino tiene algo que decir: a veces está triste y, otras, alegre.  Las conversaciones se presentan sobre todos los tópicos: se habla de música o de límites provinciales, del tranvía o del museo en ruinas. Describe la frustración de la democracia o la esperanza de un mejor futuro. A veces siente que tiene más que exponer pero una sombra ominosa parece impedirlo.

Llega un día en que alguien se va del barrio: se retira porque no tiene más que decir, porque no soporta la presión de la hoja en blanco, porque ha resuelto hacer otras cosas. Lo triste llega cuando uno de los vecinos de página se va porque se ha muerto.

Entonces queda una columna en blanco. Algo falta y es imposible reemplazar: el estilo, la propuesta, el contenido de cada palabra, en suma, el lago o el volcán del pensamiento, único e individual, se han ido.

En las cátedras de literatura se practica el ejercicio de escribir como Borges o García Márquez, Juan Ramón Jiménez o García Lorca. Si vamos al periodismo, se trata de redactar como Oriana Fallaci o Pérez-Reverte. En todo caso son solamente máscaras para asumir la personalidad de otro: ninguna similitud con mostrarse de frente y sin antifaces.

En este mismo Diario estamos sintiendo la partida de Roberto Senese, un hombre al que muchos leyeron. La página editorial de un periódico se visita menos que los deportes, el social o la farándula, es verdad, pero en ella están la esencia del barrio, la ciudad y el mundo.
Abrir la página editorial en el día previsto y no encontrar la columna esperada, causa una sensación de vacío y de pena: eso ha sucedido con la ausencia inesperada y temprana de Roberto Senese.

Hemos perdido un vecino que buscó la profundidad espiritual y se jugó por la bondad humana. Me apena, además, porque la Iglesia Católica perdió un intelectual, necesario en tiempos que la vacuidad campea.

Roberto se fue del barrio muy pronto. 

Publicado el  7 de mayo de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario