miércoles, 14 de mayo de 2014

Albiona secuestrada y vendida



Posiblemente pocos conocen que Nigeria es un país africano tres veces y medio más grande que el Ecuador y que tiene casi 166 millones de habitantes. Tiene 250 grupos étnicos distintos y también petróleo.

Entre los millones de nigerianos hay una niña de diez años que se llama Albiona y que podía llamarse Jennifer o Candy: los nombres muestran el rezago de la época  colonial británica.

Allí está, con su túnica colorida y amplia, en el patio de la escuela. De repente oye los vehículos y ve a los hombres armados, que la empujan  al igual que a las demás. Pronto está dentro de un camión sin poder contener las lágrimas. Albiona no vuelve más a casa. El mundo ha sido, en ese momento, golpeado directamente en la cara.

Probablemente en el siglo XVIII algún antecesor de Albiona fue llevado en los barcos negreros que saquearon sus costas;  sus parientes podrían estar hoy en los Estados Unidos, en el Chota o en Esmeraldas.

Albiona no ha seguido una suerte distinta: fue secuestrada hace unos días, con 233 chicas más y no se sabe su paradero. Lo que si se sabe es que un grupo que se hace llamar Boko Haram ha reivindicado este secuestro y que ha resuelto vender a Albiona y a las demás a una red de prostitución. El futuro de esta chica de ojos grandes es simplemente el mismo que el de sus antecesores pero con tres siglos de diferencia: está condenada a la esclavitud.

El secuestro ha vuelto a desnudar la situación de millones de niños en muchas partes del mundo, que viven en condiciones de inseguridad y de riesgo de muerte. Pero, a la vez, nos muestra que si Albiona puede ser vendida para la prostitución es porque existe, en algún lugar del África, un individuo –no sé que nombre podría dársele- que está dispuesto a yacer con una niña de diez años. 

Ese hombre repugnante podría ser  un africano, pero tal vez es europeo, asiático o de cualquier otro lugar: el turismo sexual mueve millones de dólares.

Ante lo sucedido queda solamente una sensación de náusea y de impotencia. Con un elemento más: el presidente de Nigeria se llama “Goodluck”. ¿Es que solamente podemos confiar en la “buena suerte”?  


Publicado el 14 de mayo de 2014

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