miércoles, 3 de octubre de 2012

Extraño destino


El tiempo del “boom” en la literatura ha pasado. Nadie escribe hoy sobre mariposas amarillas o cuando su padre le llevó a conocer el hielo. Sin embargo nuestras ciudades están llenas de historias que parecen brotar de las mentes calenturientas de los escritores más fantasiosos del Sur.
Hay en Cuenca una farmacia conocida públicamente como “la botica del doctor Sojos”. Se encuentra en la calle Bolívar, en una casa patrimonial exquisita que podríamos volver a ver si levantáramos la vista de la acera por la que transitamos.

Esta botica tiene puertas de madera y, en ella, se prepara la famosa “soda”, buena para tantas cosas incluyendo los golpes y torceduras que se producían en los partidos de fútbol interjorgas, cuando el Colegio Agronómico Salesiano aún tenía su cancha deportiva.

Hace muchos años llegó un circo a Cuenca y, en tiempos en que la liberalidad permitía mantener animales salvajes de manera más bien displicente y hasta cruel, este circo sacó a sus fieras a transitar por las calles para llamar la atención y lograr que la ciudadanía asistiera a sus funciones.

En una jaula con fuertes barrotes apareció, por la calle Bolívar, un viejo león con pocos dientes pero aún imponente.

Más atrás venían unos payasos, vestidos de colorines, tratando de mantener en el aire las pelotas que pasaban de una mano a otra. Los adoquines no eran la mejor superficie para conservar el equilibrio.

Cerrando la caravana apareció un elefante, indio y no africano, pues se sabe que éstos tienen las orejas más grandes y abiertas. El paquidermo caminaba lentamente sobre el duro suelo de piedra de nuestra ciudad, causando admiración por su tamaño, parsimonia y elegancia.

De repente –cosa que no falta ni aquí ni en sitio alguno- un perillán que estaba en una de las bancas del Parque Calderón, tuvo la infortunada idea de probar, con un tabaco encendido, el grosor de la piel del elefante.  Éste echó a correr y, ante el estupor de la gente, trató de entrar por las puertas de la botica del doctor Sojos. Lamentablemente, arrimada a ella estaba una mujer campesina que veía impresionada el paso del león y los payasos.

Sucedió lo peor que podía pasar y, como en una novela de García Márquez, el día siguiente los periódicos de todo el mundo publicaron la más inverosímil de las noticias: “Mujer muere aplastada por un elefante en la ciudad andina de Cuenca, Ecuador”.

¿Puede haber un destino más extraño que éste?

Publicado el 3 de octubre de 2012

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