En el valle de Yunguilla, zona privilegiada de la provincia del Azuay en época de vacaciones cuando es necesario escapar del frío de la ciudad, hay un letrero que dice: “Tenga conciencia, este sitio no es un basurero”. Al pie se encuentra una gran cantidad de bolsas de basura.
Los letreros son medios para informar, difundir ideas, reclamar, hacerse ver. Algunos, como el anterior, parece que no mueven absolutamente a la conciencia de nadie, ni siquiera son vistos por los pobladores del lugar, permanentes u ocasionales.
Hay letreros famosos en la ciudad, como aquél que, en plena esquina del Parque Calderón decía: “La Francia, casimires ingleses”. Otros son populares en el transporte, como el que aparece en la parte trasera del camión y que lleva el réclame “Trabaja, pero no embidies”, así como se lee. El letrero que posiblemente más influye en los pasajeros, por los efectos públicos conocidos, es el que taxativamente ordena: “Sea culto, no arroje basura al piso; tírela por la ventana”.
Letreros equívocos son los que señalan que la velocidad máxima es de 40 kilómetros por hora y, a los 10 metros, señala que es de 50. El más extraño, en carretera que va al sur de la Provincia, conmina: “¡Pare!, falla geológica”, dejando en la inopia al conductor que no conoce si la falla pasará delante de él en algún momento, para que pueda continuar su viaje.
En tiempos de vacaciones pierde sentido el texto que reconoce: “el estudio me llama, pero yo le cuelgo” aunque, por el mismo barrio, el autor del anuncio manifiesta que “el trago no resuelve los problemas, pero la leche tampoco”, lema que mueve los negocios de muchos viernes por la noche.
Otros deben preocupar a la Superintendencia de Bancos como el que apunta: “financiado por la Virgen del Cisne”, en una camioneta de carga; o el del señor Ministro del Deporte, haciendo actual propaganda de una cooperativa por anuncio en la prensa.
Los más finos son también revolucionarios (de Mayo del 68, quiero decir) como aquél que reconoce que “los oídos tienen paredes” o “sé realista, pide lo imposible”.
En fin, cuando los años llegan y el cuerpo duele por todas partes, satisface encontrar un letrero que demuestra hasta donde ha llegado la ciencia: “Se soban torceduras y dobladuras; se acomoda el nervio asiático”. Se me ha retirado el derecho de informar el número del teléfono celular de este prestigioso galeno criollo; si no fuera así, lo pondría en conocimiento de los lectores.
Publicado el 22 de agosto de 2012
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