Una televisión en blanco y negro, parada sobre cuatro patitas de madera, era el aparato tecnológico más avanzado de la casa. No había transmisión durante todo el día pues la programación empezaba al final de la tarde, momento adecuado para que, en la casa, todos se sentaran frente a la pantalla.
¡Qué emoción cuando una serie de puntitos negros se movía, bailando de un lado a otro como si fuera una pelea de pulgas! Y la frase, repetida, una y otra vez: ¡Parece que ya se ve algo! De improviso aparecía una señal concéntrica, que permitía que el más hábil de la casa moviera unas perillas pequeñas y fijara la imagen en el centro de la pantalla.
La tarde empezaba con dibujos animados: los Supersónicos; la tortuga D’Artagnan; Leoncio, el león, y Tristón, que era una hiena llorona que se pasaba todo el día –o la función- quejándose de algo.
Las series venían después: conocimos al doctor Smith, acompañante de la familia Robinson, en “Perdidos en el espacio”, al que llegamos a odiar, y luego reírnos de él cuando se asustaba ante extraterrestres, que aparecían debidamente disfrazados en algún planeta lejano. Y vimos también al primer robot inteligente, que sería el antecedente de Arturito y de C-3PO, en la Guerra de las Galaxias.
Nos asustamos con la familia Munster que, pese a su fealdad, tenía un corazón de oro, aunque parecía que a Herman no le habían puesto un cerebro completo. No podíamos creer cuando los mayores de la casa nos decían que Yvonne De Carlo -o Lily Munster- había sido la bella chica de películas de antaño.
En un momento de esta historia, mientras veíamos la televisión en blanco y negro, en la casa se producía una revolución: alguien traía una pantalla que permitiría ver los programas a colores.
Se trataba de un vidrio coloreado: la parte superior aparecía rosada, la mediana traía verde y la inferior azul. Esto suponía que, si algún personaje mostraba su cara en la pantalla, lo veríamos con un color natural en la piel y con un elegante traje azul y corbata verde. Con esta “pantalla mágica” entramos directo a la psicodelia, pues vimos caballos azules, árboles rosados, desiertos verdes.
Eso si, la televisión se prendía con un solo botón: algo que añoramos hoy cuando hemos adquirido un equipo de última generación y no podemos encontrar ni un solo canal. Requerimos un científico de la NASA a que explique el uso del control remoto para captar al señor Espinosa de los Monteros, al que veíamos también hace 30 años.
Publicado el 18 de julio de 2012
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