miércoles, 16 de diciembre de 2015

Placeres olvidados

Sandokán navega por los mares de la Malasia mientras el portugués Yánez lucha contra los asesinos adoradores de la diosa Kali, la de los muchos brazos. Los tigres de Mompracem, por su parte, acompañan al jovencito que, recostado en un diván en una larga tarde de vacaciones de agosto, lee con detenimiento “El rajá de la jungla negra”.

En otra casa, y sin que Serrat todavía se haya referido a él en canción alguna, una chica lee los libros de Marcial Lafuente y le parecen el extremo más dulce del romanticismo. 

Los interesados en el descubrimiento de los orígenes de las civilizaciones han abierto los libros de Fulcanelli que, bajo tal seudónimo se encubre el nombre de un pintor, un notario o del mismo Conde de Saint Germain. “El misterio de las catedrales” es una obra definitiva para adentrarse en el mundo de los alquimistas.

Por allí hay un pájaro que causa sensación: “Juan Salvador Gaviota” del escritor Richard Bach, introduce en la mente de los jóvenes lectores una filosofía de vida en que se unen perfectamente el espíritu y el cuerpo. Hay que volar más alto pero hay que volar en bandada.

Sin que se sepa de dónde,  aparece un suizo llamado Erich von Däniken que ha escrito una obra llamada “El oro de los dioses”. Cuenta en él su expedición a la cueva de los Tayos, provincia de Morona Santiago, en la que ha encontrado extrañas estatuas de oro de origen extraterrestre. En la obra aparece nada menos que el padre Crespi que, según el autor, tuvo la prueba de la visita de los OVNIS, desaparecida en el incendio de la iglesia de María Auxiliadora. 

Un joven que se precie debía haber leído por lo menos alguna de las obras de Julio Verne. Un versado habrá pasado ya el viaje de la tierra a la luna para adentrarse a conocer el rayo verde,  seguir por las estepas a Miguel Strogoff o conocer al capitán Nemo.

Karl May enseñó cómo se trabaja y se dispara en el Oeste y por qué el indio apache Winnetou, el cazador de las praderas,  es mejor que cualquier hombre blanco. A su lado están el León de Damasco, el Corsario Negro y Tom Sawyer.

Libros olvidados en estantes polvorientos, que se mantienen en el lugar más apartado de la casa hasta que un día terminan en la basura: el departamento nuevo no tiene sitio para ellos. Estas obras nos dieron más gozo y alegría que lo que hoy nos da la fría pantalla de una tableta electrónica.

Publicado el 16 de diciembre de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11680-placeres-olvidados/

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