Imagínese caminando por la calle: cada vez que usted se cruza con una persona, le mira fijamente a los ojos. Posiblemente esta actitud le traiga más de un problema, es probable que, en pocos pasos, oiga la frase popular y, a la vez agresiva “¡Qué me miras, pes!”
Los entrenadores de perros le dirán lo mismo: mirar fijamente a un can agresivo puede llevar a que éste ataque.
Los entrenadores de perros le dirán lo mismo: mirar fijamente a un can agresivo puede llevar a que éste ataque.
En los ascensores de nuestro país se estila que la gente se coloque pegada a las paredes, dejando, si es posible, un espacio al medio. De igual manera, aunque estamos de frente, tampoco miramos directamente a los ojos de un desconocido. Al contrario, en otros lugares la gente entra hacia el fondo y todos dan la espalda a los demás. Quien se coloque de frente demostrará, una vez más, una actitud agresiva.
El saludo con estrechón de manos tiene un origen muy antiguo, al igual que gesticular de lejos alzando la palma: en ambos casos el recién llegado demuestra que no se encuentra armado y que tiene una posición amistosa. No hay demostración de desprecio mayor que dejar a alguien con la mano extendida. En ese mismo momento, el amigo afectuoso que trató de saludar podría lanzar los términos más duros contra quien no extendió la mano.
Guillermo Tell, personaje novelesco de la historia suiza del siglo XIV, se negó a inclinar la cabeza ante el gorro puesto en la punta de un palo, que representaba al soberano de la Casa de los Habsburgo. El gobernador Gessler mandó a capturar a Tell y sabiendo de su fama como tirador de ballesta, ordenó que disparara una flecha contra una manzana puesta en la cabeza de su hijo. La vida de un joven por no inclinarse ante un símbolo de opresión.
Estos elementos demuestran que la vida en sociedad está llena de signos y símbolos y que, tal vez en concordancia con lo que pensaba Thomas Hobbes, el hombre sí es el lobo del hombre. Las reglas detienen los exabruptos y muestran a los ciudadanos que se mueven en ámbitos conocidos y de seguridad.
Sin un cambio social importante, ¿puede una ordenanza municipal modificar una actitud, por más razones legales que le asistan? ¿Por más que la posición sea intemperante e injusta? Se dirá que la norma debe anteceder a la conducta: muchas veces es el resultado de ésta. Hay que cuidar que la norma no produzca efectos contrarios a los que busca, simplemente por extenderse más allá de lo necesario.
Publicado el 26 de marzo de 2014
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