Un poco como hoy, ese día también nevaba en los Estados Unidos. Los Beatles se preparaban para la presentación en el show de Ed Sullivan, un espectáculo de variedades donde aparecían cómicos, señoras gordas que tocaban música montañera acompañadas de una tabla de lavar que rascaban para dar un poco de ritmo, y bailarines que zapatean en el escenario.
El propio Sullivan –hágase una imagen, con las distancias, de un Don Francisco gringo- no estaba muy seguro que pasaría en el espectáculo y por qué esos jóvenes causaban tanto furor. Cierto es que cientos de aficionados los habían recibido en el aeropuerto a su llegada de Suecia y Sullivan, que estaba en Inglaterra coincidencialmente, pensó que podrían ser parte de un próximo programa. Pero nunca imaginó que los gritos de los fans se multiplicarían hasta lo ensordecedor cuando llegaron a Nueva York.
Televisión en blanco y negro, un presentador que parecía más bien de feria, un movimiento del brazo en la pantalla y la frase –ya histórica- “And now, The Beatles”, supusieron un cambio sin precedentes en la cultura de ese país y del mundo. Se había iniciado lo que se llamó la “Invasión Británica” y nunca más los jóvenes se sintieron simplemente un germen de adulto sino que asumieron su propia y definida personalidad.
Quedaban atrás los sonidos de las grandes bandas del jazz, las canciones edulcoradas de los crooners para el baile con smoking y vestido largo: ahora había que gritar y exponer la adrenalina que se desparramaba a chorros. El compás del cuatro por cuatro del rock, según dicen los científicos, era un retorno a los latidos del corazón materno, tranquilizante en plena pubertad.
Los mismos miembros de la banda se sorprendieron ante la multitud que esperaba enfrente del hotel: se había vedado para ellos la posibilidad de salir a la calle, pedir una pizza neoyorkina en vez del pescado con papas, o pasear libremente por las calles. Se volvieron, desde ese momento, prisioneros del éxito, cárcel dorada de la que se podía escapar solamente con la música.
Cuando Sullivan les indicó, después del show, que 73 millones de personas (73 con seis ceros) habían visto el programa esa noche, nadie, ni ellos mismos, pudieron suponer que el cambio que se había producido era irreversible. Lennon dijo después: “Nos sentiremos muy contentos si duramos diez años”. Han pasado 50 y allí están.
Publicado el 5 de febrero de 2014
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