El pianista se sienta en la banqueta. Además de ser famoso y de venir precedido por un cartel muy importante, da espectáculo. Viste –no puede ser de otra manera- un frac, cuya cola cae por detrás, mientras mueve el cuello y las manos preparando su interpretación.
Por su parte la directora de la Institución invitante acaba de pedir al distinguido público que apague sus teléfonos celulares. Se hace silencio. En el momento que el músico pone sus dedos sobre el piano, suena el timbre de un celular: es un sonido agresivo, de esos que seguramente su propietario usa para despertar en la mañana de un sueño muy pesado. Ni siquiera es un ring-ring tradicional pues la campanilla electrónica, ante la mirada atónita del pianista, ha tocado un reggaetón.
Piensan todos: ¿el dueño del teléfono va a contestar? Ventajosamente no lo hace sino que apaga, por fin, el timbre.
El pianista empieza; la puerta del local donde se lleva a cabo la interpretación se abre para que ingresen unos aficionados atrasados. No son pocos los que llegan tarde pues la puerta se abre varias veces, inclusive cuando faltan pocos minutos para que termine el concierto. Los que entran la dejan de par en par y el viento de las frías calles de Cuenca se cuela rápidamente, mientras afuera se escucha el ruido del agua de las mangueras que lavan la calzada.
Más que los que entran son los que salen: posiblemente han sido obligados a venir, no les interesa la música clásica y no encuentran gracia en ese señor que no aporrea el piano, sino que mueve sus dedos en un torrente de notas.
Lo que faltaba: llega un joven con peinado rasta, que parece que ha perdido el rumbo. Trae entre sus manos una gran bolsa de papas fritas que traga con deleite, produciendo un ruido atronador en el silencio –aunque sea momentáneo- del local. Escucha durante algunos minutos y después se despide a grandes voces de los asistentes. Sale, dejando la puerta abierta.
El teatro está lleno, pero de extranjeros, pues los asistentes locales son pocos pese a la calidad del espectáculo. Los que fueron manifiestan que, con ruido, movimiento y celulares, el concierto fue de primera. ¿Están dispuestos a volver a otra presentación? Lo van a pensar.
¡Cuidado con nuestro Patrimonio Cultural de la Humanidad!
Publicado el 18 de diciembre de 2013
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