Algunos
científicos definen al chocolate como una “droga legal”. La palabrita atormenta
a los golosos, que no quieren verse involucrados en ninguna clase de relaciones
fuera de norma para terminar con toda una caja. ¿Será esto una sobredosis?
Es
que el chocolate alegra la vida, permite pasar un momento amargo, compartir con
los amigos en una tarde fría, agasajar a la novia o a la esposa en un
aniversario (que dirá “…pero me engordo…”
antes de empezar a disfrutarlo), cumplir con la dueña de casa que nos invita de
vez en cuando, o regalarlo a los miembros de la oficina después de un viaje al
exterior.
El
chocolate es uno de los regalos de América para el mundo, que transformó la
original xocolatl, en idioma náhuatl, en una palabra más fácil de pronunciar.
Nuestra infancia está llena de dedos embarrados en chocolate que tocan
los sillones blancos de la abuela, cuando el abuelo, desaprensivo, ha abierto
la caja de lata que contiene decenas de bolitas envueltas de papel de aluminio.
Las frías mañanas de septiembre, cuando aún eran de vacaciones, se calentaban con una taza de cocoa que la
madre amorosa preparaba cuando no existían suplementos alimenticios comprados
en botica.
La juventud llegaba, de repente, cargada de manichos y de tangos,
barritas envueltas en celofán que empezaban a deshacerse apenas se las tocaba,
y que sirvieron para secar las lágrimas de la enamorada en una tarde de
matinée, mientras Ryan O`Neal se preparaba para la vida sin Ali McGraw, en Love
Story.
De
vez en cuando encontrábamos, orgullosos, una caja de chocolates belgas que
proclamaba que los bombones estaban fabricados con “cacao from Ecuador”, y
sentíamos que sabían más dulcemente.
He
leído en días anteriores, una triste noticia: cada vez más gente desea
chocolates y hay cada vez menos productores. El futuro depara un mundo sin este
dulce placer, a menos que Usted tenga suficiente dinero para comprar un par de
bombones en lo que vale una caja de caviar. La Nature Conservation Research
dice que tendremos chocolates al alcance por unos veinte años más.
El
problema es que a los viejos también les gusta el chocolate: si algún nieto no
nos lo regala, no volveremos a probarlo nunca más.
Publicado el 4 de septiembre de 2013
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