Hay una enfermedad terrible que es el Síndrome de Guillain-Barré. Quien la sufre es incapaz de sentir calor, dolor u otras sensaciones corporales. Poco a poco los músculos dejan de responder y se produce la paralización que lleva a la postración y a la muerte. Nadie sabe qué es lo que produce esta enfermedad autoinmune que acaba con el ser humano de manera tan cruel.
Igual sucede con las diversas formas de cáncer que, además de matar a quien lo sufre, terminan con la paz y el patrimonio de las familias.
El conocimiento científico requiere de años de estudio, investigación y práctica. La única forma de lograrlo es con esfuerzo, desarraigo –pues hay que viajar lejos para los estudios- y sacrificio familiar.
SOLCA mantiene desde hace varios años un hospital de especialización llamado Instituto del Cáncer. Ha llevado a cabo labores científicas que han supuesto reconocimientos internacionales, a veces poco conocidos por la ciudadanía, ávida de triunfos más comunes. En ese Instituto se ha tratado el Síndrome de Guillain-Barré con resultados positivos; todos los días se realizan intervenciones quirúrgicas complicadas y se investiga el origen del cáncer mediante técnicas de medicina nuclear que llevan a bucear en lo más profundo del ser.
La calidad médica del Instituto del Cáncer la han probado las miles de personas que –literalmente- son atendidas al año. SOLCA ha suscrito convenios con el IESS y con el Ministerio de Salud, con el objeto de tratar a pacientes afiliados, o de estratos de pobreza que hoy ven una posibilidad cierta de curación. Esta prestación médica adolece, muchas veces, de una pronta retribución propia de un Sistema Público: el retraso en los pagos.
Hasta hace pocos años los ingresos de SOLCA provenían de los porcentajes impositivos que se aplicaban a todas las operaciones de crédito del país. Este mecanismo de financiamiento llevó a que la Institución pudiera contar con los equipos médicos más modernos pese a sus costos exorbitantes: un acelerador lineal vale varios millones de dólares. SOLCA se financia hoy con la autogestión y con dineros que provienen del presupuesto del Estado. Este sistema, sin embargo, ya no permite que el Instituto del Cáncer pueda contar con remanentes suficientes para poder adquirir equipos y sistemas de última tecnología.
SOLCA es una institución privada con fines sociales y públicos que ha cumplido con su compromiso ciudadano. Cuenca debe cuidarla como a una joya: un traspié en su sostenimiento económico o un cambio legal irreflexivo podrían llevar a una pérdida irreparable.
Publicado el 6 de febrero de 2013
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