Las personas se preocupan por su memoria: cuando ésta falla o se oscurece, el individuo ingresa en una zona gris en la que confunde lo verdadero y lo inventado, lo que fue y lo que solamente está en la imaginación.
Como la memoria no dura para siempre, los hombres han inventado mecanismos para mantener presentes los datos: de allí las agendas en papel o electrónicas, las fotografías, el diario personal, los recortes de periódicos. Muchos elementos ayudan a recuperar hechos pasados que están envueltos en la bruma del tiempo: la música, o un sabor especial que viene de la infancia, el olor a perfume o a campo, como el del aserrío de eucaliptos de la vieja hacienda.
Sin embargo, llega el momento al que se refiere Borges, cuando ya nada es posible recuperar; cuando en nuestra propia biblioteca encontramos “un libro y en sus páginas la ajadaâ¨violeta,/ monumento de una tarde/â¨sin duda inolvidable y ya olvidada”.
Así como los hombres, los pueblos buscan también preservar su memoria. Lo hacen con el recuento oral y escrito de la historia y las historias cotidianas, con el arte, con la protección de sus vestigios. Por algo dicen las antiguas tradiciones que las musas eran las diosas de la memoria; de allí que los museos son indispensables para que un pueblo sepa lo que fue, y defina lo que es y lo que será.
Cuenca fue proclamada Patrimonio Cultural de la Humanidad por sus múltiples méritos; sin embargo, éste no es un título gratuito e indeleble sino que debe cuidarse todos los días. Cuando los museos de la ciudad empiezan a tener dificultades burocráticas o económicas, que les llevan al extremo de pensar seriamente si deben cerrar sus puertas, algo está fallando en nuestra condición de ciudad culta.
Esto es lo que sucede o está por suceder con dos Museos de diferente índole: el Museo de las Conceptas, establecido en un viejo convento de la ciudad, que guarda tanto en su estructura arquitectónica como en las obras que alberga un legado inigualable e insustituible. Los únicos ingresos que tiene son los que le llegan de las entradas que necesariamente debe cobrar a nacionales y extranjeros; muy de vez en cuando, alguna persona particular o alguna empresa colaboran con su sostenimiento, sin que sea suficiente para mantenerlo. Vive en pobreza absoluta.
Otro que, por razones distintas, está próximo a cerrar sus puertas, es el Museo de la Historia de la Medicina que, hasta ahora se mantiene en el viejo hospital San Vicente de Paúl. Parece, sin embargo, que las necesidades burocráticas que requieren oficinas para la administración, llevarán a que sea prontamente desalojado.
¿Podemos seguir siendo un Patrimonio Cultural, si nuestros museos cierran?
Publicado el 9 de enero de 2013
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