En estos días se ha puesto de moda un programa de televisión que busca talentos ecuatorianos. Una gran cantidad de televidentes mira este programa y se divierte, ríe, sufre y se disgusta con todo lo que ve.
Entre los que se han presentado están cantantes, contorsionistas, travestis, magos, tocadores de cucharas, indígenas de nuestras selvas orientales que cantan rap, niños de cinco años y otros de un poco más, dos afroecuatorianos que tocan bongó, güiro y cantan música urbana, un individuo que hace striptease, una señora de más de 80 años que toca Chopin en el piano, una chica que danza con su cara pintada de blanco y negro, dos muchachitos dorados que se levantan el uno al otro a pulso, una señorita que canta ópera y otra soul, músicos que tocan y cantan pasillos, y así hasta lo que pueda esperarse.
También pueden verse mestizos, blancos, indios, mulatos, montubios, afroecuatorianos, hombres, mujeres, niños, personas discapacitadas que cantan desde una silla de ruedas, vendedores ambulantes, músicos de restaurante, amas de casa y desocupados, cada uno mostrando las razones por las que es diferente a los demás.
Todos buscan los 15 minutos de fama a los que se refería Andy Warhol. Unos se sienten reconocidos con los aplausos del público; otros, frustrados si el jurado no los escogió. Todos, o casi todos, esperan ganar el premio económico, que no es poco, y empezar una carrera que les lleve a la fama y tal vez a la fortuna.
El jurado también muestra la diversidad ecuatoriana – y hasta extranjera- pues lo componen un cantante de origen popular y apellido ancestral, una guapa intérprete afroecuatoriana, y otro que es actor de telenovelas, con apellido argentino-italiano y madre libanesa.
Quienes ven el programa pueden encontrar de todo: desde lo sublime hasta lo ridículo. Concursantes que parece que han llegado a la presentación con el objetivo de “vacilar al jurado”. Otras lo toman muy a pecho, aunque sus cualidades no aparecen sino en la minifalda excesiva. Por allí, la ingenuidad de un niño, con voz preciosa, rompe la monotonía. El que canta música urbana se queja del jurado, que parece que quiere oír sólo música nacional, cuando “lo que hacemos es lo que pertenece al pueblo”. De lo que puede verse ni un solo rockero se ha presentado o ha sido aceptado en el concurso.
Cuando nuestra Constitución Política se refirió a que somos un Estado miulticultural y pluriétnico parece que se quedó corta. Un programa de búsqueda de talentos, más allá de su calidad, puede mostrar que en el Ecuador hay gente más distinta a cada uno de nosotros de lo que podíamos suponer.
Publicado el 9 de mayo de 2012
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