Una amiga ha escrito esta frase en su página de Facebook: “Adiós a Whitney Houston. La fama debería llegar a los humanos acompañada, en cantidades iguales, de sabiduría. De lo contrario, puede terminar convirtiéndose en un arma mortal”.
La reflexión puede referirse también a otros famosos que han muerto, como Amy Winehouse, pero también a ciertos conocidos, nacionales o internacionales, que viven pero han perdido la ruta por la que vinieron.
Una de las formas de mantener los pies sobre la tierra es repensar en los orígenes y en los lugares a los que pertenecemos y de los que venimos. Por ello he revisado nuevamente los tres últimos discos de Ringo Starr, famoso baterista de los Beatles, también con una vida tempestuosa en que tuvo que pasar por rehabilitación alcohólica luego del naufragio en que se encontró conjuntamente con su esposa Bárbara Bach.
Los famosos escriben, con mano ajena, sus autobiografías en la que muchas veces inventan situaciones o hecho que buscan deslumbrar a sus seguidores. Otros se niegan a hacerlo pero sienten la necesidad de exteriorizar lo que son y lo que fueron.
Ringo proviene del norte de Inglaterra y llamó a una de sus canciones “Liverpool 8”, sector de la ciudad en la que vivió en su infancia. Dice: “el destino me llamó y no pude quedarme, Liverpool te dejé pero nunca te traicioné”. Recuerda los lugares por los que anduvo de chico y considera que, pese a haber sido “number one” cuando tocó en el Estadio Shea, en Nueva York, su calle sigue siendo Madryn Street, arrabalera y popular.
En “El otro sector de Liverpool”, Ringo rememora la pobreza y la ciudad fría, gris y húmeda, de la que solo se puede salir “con guitarras, batería y amplificador”, al igual que escapa cualquier emigrante de una condición opresora y triste.
En su último álbum, 2012, publicado escasamente hace ocho días, Ringo vuelve a referirse al amor por su ciudad y a cumplir lo que había resuelto: sacar un poquito de su vida modesta en cada nueva entrega. Con una infancia en la que su madre trabajó de mesera en un bar, para mantenerle luego del abandono de su padre, se atreve a decir que, cuando vivió en Liverpool, siempre brilló en su mente el sol.
Puede ser que los nuevos oyentes de Ringo no encuentren razones o interés en su empeño en retornar a la infancia, pero el baterista está exorcizando sus demonios y retornando a raíces en que, con menos fama y menos dinero, fue de alguna manera feliz. Ringo es ya un hombre viejo y, como tal, reflexiona sobre lo que ha sido su vida, al lugar donde llegó y aquél al que, secretamente, añora volver a sabiendas que es imposible.
Publicado el 15 de febrero de 2012
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