miércoles, 8 de octubre de 2014

Reglas claras

¡Reglas claras, reglas simples! Pero no son las 17 reglas del fútbol en su estado original sino otras, las que se acostumbraban –y aún se usan- en cualquier cancha de barrio.

Partían con la primera e indudable: el dueño de la pelota siempre juega, aunque sea muy mal futbolista. Más allá de eso: puede escoger los equipos si bien influirán  las presiones de los compañeros. Poco a poco se ven las caras largas de los que van quedando sin ser llamados. Al final, el gordito o el más inútil irá al arco, pese a que ha llorado para que le dejen jugar en el campo. A veces se juega inclusive sin arquero, pero no hay como patear la pelota desde más allá de media cancha.

Los equipos serán de seis o de siete. Si falta un jugador para completar el número, el más hábil irá al grupo menor.

Siguiente regla: el equipo que recibe el primer gol se saca las camisetas. Tiene su lógica: los jugadores son amigos y podría alguno de ellos, siendo rival (y ha sucedido) pedir la pelota al más ingenuo del equipo contrario y mandarse un cañonazo imparable que termine en un tanto. 

El partido puede jugarse por tiempo o por goles. A veces se vuelve interminable y la solución está a mano: el que mete el último gol, gana. También la FIFA quiso hacer lo mismo con el “gol de oro” pero sus jugadores no tenían ni la entrega ni la lealtad del equipo de barrio, y este experimento no prosperó.

¿Equipos mixtos? Impensable en años anteriores, cuando se jugaba un interjorgas. Aceptable en los paseos familiares, aunque el juego sufre en su intensidad y un pelotazo a una de las jugadoras del equipo contrario se considera de muy mala fe y puede llevar a que el novio aparezca, desalado, desde el banco, listo a vengar con un puñete la falta de caballerosidad del shuteador.

Los propios equipos hacen de jueces, pero muchas veces las faltas son pasadas por alto. Un arco sin redes es siempre motivo de grandes discusiones y el tiro penal es la solución final para un gol “fantasma”.

No falta aquél que no calcula y lanza un cañonazo que va a parar al otro lado de la calle (eso, cuando el balón no cae al río). Regla fija: el que la lanza lejos, va a traerla. A veces el retorno es triste porque se produjo un pinchazo de penco que termina abruptamente el partido.

Publicado el 8 de octubre de 2014

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