miércoles, 1 de octubre de 2014

De rodillas

El boxeador recibe un gancho de derecha y se derrumba. Trata de sostenerse, casi manoteando en el aire, pero las piernas no le soportan. En un último esfuerzo logra mantenerse sobre la lona, pero de rodillas. La fotografía de la prensa le mostrará así, derrotado.

Va la gente a la iglesia en Semana Santa; la tradición le guía a recorrer las siete iglesias. En cada una de ellas se acerca al reclinatorio y se arrodilla. Lo hace para pedir perdón de los pecados cometidos y, a veces, para agradecer.

La figura de un hombre arrodillado demuestra sumisión o derrota. Algún viejo todavía recordará la frase “de rodillas sólo ante Dios”. En los cuarteles se lee (¿todavía?) “ Más vale morir de pie que vivir de rodillas”

Es que caer de hinojos es poner la cabeza a la altura de la bota o de la espada. Es la imagen para el tiro en la nuca y la caída a la fosa común. Nadie que se encuentre de rodillas guarda la dignidad sino que se muestra sumiso y dispuesto a los deseos del adversario.

De rodillas se pide perdón, se implora, se suplica misericordia.

El que se prosterna sabe que ha quedado a disposición del otro.

¿Qué decir del que obliga a un hombre humilde, a una mujer del pueblo, a arrodillarse para pedir perdón? ¿Del que ansía mostrarse magnánimo siempre que el otro-al que ha calificado ya como un individuo despreciable-pida clemencia públicamente?

Nuestras leyes, empezando por la Constitución del Ecuador, contemplan la figura del indulto. Si, aquella que también se encontraba presente en la plaza de toros, y que liberaba al astado más valiente de la muerte. Esta figura pervertida busca ahora “perdonar” siempre que el “delincuente”, verdadero o no, ruede por el suelo y muestre en el polvo como si lo hiciera ante un amo, su imagen de hinojos, derrotada.

Y con esto se nos ha llevado a creer que el indulto es un acto de magnanimidad de un gobernante, y no la aplicación de la ley que, en un Estado democrático, no puede jamás vituperar para concederlo. También el que obliga a otro a arrodillarse, aprovechando de su debilidad o condición, pierde la dignidad. 

Publicado el 1 de octubre de 2014

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