miércoles, 4 de junio de 2014

García Márquez: la música de la "x" a la "b"

Cuando García Márquez pidió a Totó la Momposina que le acompañara a la Academia Sueca del Nóbel,  se llevó consigo a Estocolmo  la fusión andina-caribe de la cultura colombiana.

Ese extraño nombre, Mompox, no se parecía a ningún otro: una denominación geográfico terminada en “x”, en un país como los nuestros, no es nada común. Lo cierto es que esa ciudad que se llama la Villa de Santa Cruz de Mompox tiene casi 480 años de existencia y está, como no podría ser de otra manera, en la antigua Gobernación de Cartagena.

García Márquez amó los vallenatos, esa otra música, romántica y tristona, en que el acordeón tiene figura predominante. El vallenato transmitía las imágenes de la vida cotidiana de los pueblos de Valledupar y de todo el Caribe. No llegó a nosotros sino mucho después que la cumbia, el porro y el guapalé, que se bailaban en las fiestas juveniles, siguiendo un orden muy estricto: primero las cumbias, que incluían  toda la música tropical, después los boleros (que poco a poco fueron reemplazados por las baladas) y por último la música nacional.

Los libros volvieron universal a García Márquez, lo que significó no solamente que todos le conocieran sino que él mismo consideró que debía conocer el mundo. Este requerimiento interior englobó también la música y, como tantos, empezó tal vez por lo más fácil: escuchar a los barrocos, brillantes y sensitivos, transmisores de sonidos casi gráficos. Y siguió, casi como en una letanía, con la letra “b”. Vinieron después Bach, Beethoven, Brahms y Bartók.

No podía ser de otra manera y, antes de pasar a la siguiente letra del abecedario, García Márquez conoció también a los Beatles.

Quedó fascinado, primero con la música y luego con la letra de estas canciones, escritas tan lejos del Caribe y, sin embargo, tan cercanas: le impresionó especialmente la soledad que transmitía Eleanor Rigby y equivocadamente dio a John Lennon más crédito en su creación que lo que correspondía, olvidando a Paul McCartney.

En 1980 García Márquez escribió con maestría: “la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles.” Sin embargo se quedó corto: esta nostalgia se transmite también a los nietos. 

Publicado el 4 de junio de 2014

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