miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Nos entendemos?

“Señorita: envíele inmediatamente un memo al file”. 

“¿Qué dice, señor?”. 

“Es que no es posible que este trader, que quiere ser miembro del staff, no sepa ni siquiera sortear la información del Excel”.

Si usted trabaja en un banco las frases antedichas le serán comunes; en caso contrario, no entenderá de lo que hablan.

Es sabido que el idioma es un ser vivo que cabalga, a veces, y repta, a veces, mutando permanentemente. La lectura de un libro en castellano antiguo nos es imposible; a la vez, utilizamos términos de moda, para estar “in” también nosotros.

Volver al origen de las palabras es siempre necesario para definir sus conceptos. Usarlas, en su sentido real y obvio, muestra claridad y precisión.

Hace unos días un alto funcionario ha manifestado que, en una próxima e importante reforma legal, debe desterrarse el uso de los términos “servicio doméstico” por peyorativo. El latín, una de las fuentes del castellano, define “domus” como perteneciente a la casa o al hogar. 

Ha dicho también  que en el nuevo Código del Trabajo no se hablará de la “inversión de la carga de la prueba”, -cuando  el empleador debe demostrar el cumplimiento de las obligaciones laborales- sino de la “reversión” de la prueba. Bastaría que el funcionario lea el diccionario a que sepa que revertir es volver una cosa al estado anterior, e invertir es cambiar algo, sustituyéndolo por lo contrario.

No es de ahora, sino de siempre, el tema de trocar el nombre de las cosas buscando que éstas parezcan distintas. Llamar a un preso como “PPL” o “persona privada de libertad” no cambia su triste situación y el horror de la cárcel; es, además, muy feo.

La lengua tiene un objeto fundamental: quienes la usan deben entenderse. Esto es todavía  más importante cuando debemos comprender una ley.

Sin embargo, parece que no podemos esperar mucho si la propia legislatura, en una importante reforma de última data, dice:  “la información que reposa en el Registro Mercantil es de carácter pública”. No nos asombremos que a nivel popular se diga entonces “una camisa de color roja”. 

Publicado el 28 de mayo de 2014

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