miércoles, 16 de noviembre de 2011

Reivindicación de la corbata

He leído a un escritor argentino residente en España decir que, si pudiera hacerlo, retornaría inmediatamente después del próximo domingo a Buenos Aires, “porque mi país de adopción no puede volver a ser gobernado por gente con corbata”.

Se refiere claramente a que está seguro que el próximo domingo el Partido Popular (PP) ganará las elecciones españolas.

La corbata es, para este escritor, una clara muestra de pensamiento retrógrado, oscurantismo, derechización.

Es cierto que, para algunos, usarla puede significar echarse un lazo al cuello, con la sensación molesta que se siente en el cadalso. A otros parece dificultarles la circulación sanguínea porque pierden la capacidad de pensar con claridad.

La corbata, de origen italiano y, según los entendidos, proveniente de la palabra “croata”, fue introducida por mercenarios de tal origen alrededor del año 1650, y posteriormente se extendió por todo el mundo. Fue, y sigue siendo, una prenda eminentemente masculina aunque sea políticamente incorrecto continuar haciendo divisiones por sexo –que no de género, pues éstas pertenecen a la gramática-. Por ello, ciertas mujeres audaces: George Sand, Marlene Dietricht o Madonna, las usaron como una forma de provocación.

No está demás recordar que una de las fotografías de más éxito en los calendarios “de lluchas”, que encontramos aún en mecánicas o vulcanizadoras, es la de la chica con grandes atributos que no tiene puesto nada, ¡excepto una corbata!

La usan gobernantes de las más diversas condiciones: desde los jerarcas chinos hasta el señor Obama. Lo han hecho también Lenin y Henry Ford. Se mezclan, a veces, con camisas de raigambre autóctona, pero vuelven a aparecer en las imágenes oficiales o en los carteles. Me pregunto si hay alguna diferencia entre el uso de la corbata y el del traje sastre con el asumió su cargo una nueva ministra, que antes utilizó el uniforme de guerrillera.

Hay profesiones que requieren una corbata pues ésta demuestra que el señor que la usa es confiable. ¿No está Ud. de acuerdo? Pregúntese si preferiría ser operado por un médico que se la quita para ponerse la bata de quirófano, o por quien nunca la ha usado. Al final, la corbata es un signo externo, como pudo ser la bufanda o la shigra para los estudiantes de Sociales de los años setenta. Hoy, aunque no lo quiera, el novel abogado tiene que aprender a “hacerse el nudo”, pues el cliente –sobre todo el que proviene del pueblo- espera que su defensor asuma con responsabilidad y respeto su caso: el uso de la corbata da por lo menos esa apariencia.


Publicado el 16 de noviembre de 2011

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