miércoles, 15 de junio de 2011

Educación e información

Juan es un estudiante universitario. Su profesor le ha solicitado preparar un ensayo –eso que otros llaman, extrañamente, un “paper”- y está preocupado de la posibilidad de conseguir la información necesaria. 

Reflexiona si será demasiado obvio recurrir al “Rincón del Vago”, página web  tan apetecida entre quienes buscan resúmenes hechos por otros, o si  deberá ir necesariamente a la biblioteca a tratar de encontrar el tema.

Considera seriamente que la Wikipedia podría ser una buena fuente, pero su profesor ha indicado que ese “depósito de información” es tan sólo un trastero de conceptos equivocados.

En otra casa, su compañero José ha resuelto la situación sin preocupaciones morales: para cualquier trabajo usa el google, buscador cuyo nombre extraño proviene de un juego de palabras que representa un 1 seguido de 100 ceros. Sólo requiere un poco de habilidad para copiar y pegar –sin leer apenas el texto - y presentarlo con una carátula bonita.

El profesor, por su parte, cavila frente a una parva de trabajos: todos perfectos, todos debidamente impresos, muchos a colores, sin atreverse a suponer  que ha sido engañado por los alumnos, pescadores en el océano enorme del internet. 

La monumental cantidad de información  actual supone indudablemente un reto. Leer la Wikipedia, sin comer ni dormir, nos llevaría 15 años. Bucear en el internet para encontrar los trabajos “pirateados” es, por ello, gestión difícil.

Ante esta realidad el profesor primario, secundario o de universidad, se ve conminado a cambiar de manera radical la forma en que imparte sus clases y, por supuesto la evaluación de sus alumnos. 

Ese es un reto de la nueva educación. Ante una cantidad de información y conocimientos imposible de abarcar (sólo en los Estados Unidos, al año, se publican 209.000 libros distintos y, en China 137.000) los maestros deben encontrar la forma de motivar a sus estudiantes a leer, investigar y a separar la paja del trigo. 

Como dato curioso, investigaciones serias indican que la Enciclopedia Británica y la Wikipedia tienen similar número de errores. La primera puede conseguirse a un buen precio de 3.000 dólares –que es una ganga- y la otra es gratuita: las pequeñas escuelas de nuestros pueblos tendrían, con el apoyo suficiente, una fuente inagotable de conocimientos.


Publicado el 15 de junio de 2011

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