domingo, 23 de enero de 2011

Gran Colombia, entre Tarqui y Juan Montalvo

He recibido un libro que me ha enviado Juan Tama. Es la obra “Poesía”, escrita por Inés Márquez Moreno, su madre.

Al instante han vuelto los recuerdos de la calle en que, frente a la casa de mis abuelos, vivía el doctor Ricardo Márquez, abuelo de Juan, a quien recuerdo siempre elegante, con traje oscuro y chaleco.

Inmediatamente, en la casa del lado, estaba la del doctor Mogrovejo y sus hermanas. El doctor Mogrovejo era, o así creo, boticario y utilizaba lentes redondos y siempre un sombrero. Hoy su casa está ocupada por una tienda de chocolates.

Vivía en la misma calle la familia Dávila, la de Jorge, en la que siempre estaba el recuerdo del faquir César Dávila Andrade, muerto ya en lejanas tierras.

Como buen barrio que se precie, había una tienda en la esquina, la de la señora Chérrez, en la que aprendimos a comer la cosa más amarga y más dulce de este mundo: el tamarindo, y en la que fiábamos los cromos de los álbumes que se vendían en esa época, llenos de animales y grandes peces. No se estilaba hacerlos de futbolistas.

Lejos, como a dos cuadras, estaba la antigua escuela y la Iglesia del Cenáculo y, por el otro lado, los sánduches de La Fama en la esquina en que, en 1961, se construyeron barricadas que atrincheraron a los cuencanos, amotinados para “tumbar” a Velasco Ibarra. Por supuesto, lo lograron.

Alguna vez, en otra tienda, en la que guardaban banano, vimos asustados a una culebra de la costa, que había venido entre las cabezas de guineo y causaba zozobra entre todas las vecinas. En el mismo lugar vendían un manjar incomible: guineos congelados.

Hoy la calle no es la misma, pero las sombras están allí mientras las recordemos: Gran Colombia 12-71, teléfono 2754.

Todo esto ha vuelto en un instante de mano de uno de los versos de Inés Márquez:

“Son tantos los recuerdos/Que me abrazan/ Cual fueran seres vivos... / Y se aparecen de pronto/ En mi camino/ Como que se salieran por la puerta/ Zumbando cual las moscas/ Por la noche ...!”

Gracias por este libro que trajo al presente, además de la poesía, rostros olvidados por mucho tiempo.

El Tiempo, 12 de enero de 2011

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