sábado, 29 de enero de 2011

El melodio de la Navidad

Rafael Carpio Abad (¿se acuerda alguien del autor de la música de la Chola Cuencana?) vivía en la calle Juan Montalvo y, en la época navideña, como buen músico local, tocaba villancicos tradicionales en la velada del Niño Dios.

Había que contratarle con muchas semanas y, por supuesto, conseguir quienes carguen el melodio. Este instrumento, parecido a un piano, funcionaba con pedales que le insuflaban vida y permitían que las notas brotaran a raudales de la caja de madera. El aparato pesaba, y se necesitaban por lo menos dos cargadores fuertes para que lo llevaran desde la calle Juan Montalvo hasta el lugar en donde se velaba al Niño Dios.

En la velación se encontraban todos los miembros de la familia pero los más jóvenes tenían espacio importante: debían cantar, acompañados del melodio y de la voz cascada de Rafael Carpio, los tradicionales tonos del Niño. Muchos de ellos estaban disfrazados de cholas, jíbaros (nombre inexistente en la antropología), y figuras propias del Evangelio: reyes magos, San José y pastores. La niña mimada de la casa era, por supuesto, la Virgen María, siempre y cuando se lo mereciera por su largo cabello. Los trocitos de incienso, puestos en el brasero, producían un olor inolvidable, que aún perdura. Por supuesto, entre los pasantes no habían aparecido papás noeles y, menos, batman.


Al día siguiente iban todos, en procesión hacia la Iglesia, lanzando chagrillo, despliegue de pétalos de rosas y flores del campo, que marcaban la ruta del pase y dejaban en el aire un olor a tierra mojada y recuerdo de hacienda.

En el recuerdo de mi infancia la dueña del Niño era la “señorita María”, muchacha –que no empleada, como hoy- de mi abuela. Ella organizaba todos los años la velación de la imagen que mantenía en su cuarto, a la espera de esta especial ocasión. Para los niños posiblemente no era lo más importante, pero la comida que preparaba para la ocasión tenía también un sabor y un cuidado especial.

Este día 24 de diciembre el pase del Niño recorrerá las calles de Cuenca y se repetirá el rito. El sincretismo cultural llevará, sin embargo, a que sea una banda de guerra y no el melodio del maestro Carpio Abad el que abra el desfile.

Una vez más saldrán los niños disfrazados, aunque algunos de ellos, lo estén de figuras de comic. Pero al final veremos pasar al mayoral, en su caballo alquilado, cubierto con el chal más importante de la casa, las galletas, caramelos y chocolates ensartados y cubriendo los flancos, el sombrero con el billete de 100 dólares y, si el prioste es pudiente, la bandeja  con el gallo cocinado en la grupa, esperando el fin del largo día de sol y lluvia. Habrá llegado la tarde y también la Nochebuena.

Publicado el 22 de diciembre de 2010

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