“¿Hola?”. Silencio profundo al otro lado de la línea. El papá repite “¿Hola?” y se oye el click que cierra la llamada cuando el auricular toca la horquilla.
La pregunta no se hace esperar: la madre averigua quien llamó y la respuesta es la misma: “Una vez más alguien que llama y cuelga. Hay gente que tiene tiempo para molestar a los demás”
La pregunta no se hace esperar: la madre averigua quien llamó y la respuesta es la misma: “Una vez más alguien que llama y cuelga. Hay gente que tiene tiempo para molestar a los demás”
Como no hay todavía extensión telefónica, la hija que oyó el timbrazo del negro teléfono Ericsson se ha quedado sin poder contestar.
En otra casa el joven que llamó piensa en la mala suerte que supone que, cada vez que llama, sea el “viejo” el que contesta el teléfono. Por lo menos si fuera la mamá sería más fácil saludar y preguntar por la chica.
Esta escena se repite día a día y parece insalvable: a veces hay suerte y otras no.
Hasta que un día, el joven que llama hace de tripas corazón y la llamada toma un nuevo rumbo. “¿Hola?”. Silencio. Nuevamente, “¿Hola?” y una voz temblorosa se atreve a preguntar “¿Está Margarita?”
El padre pregunta “¿De parte de quien?” Y la respuesta es de cajón: “de parte de un amigo”.
Hay papás mejores y peores. En este caso el señor no ha tenido problemas en la oficina ni se ha peleado con su mujer y dice la frase prodigiosa “Ya le paso”. El alma vuelve al cuerpo cuando Margarita toma el auricular.
En una casa más moderna hay dos teléfonos: el segundo es una extensión telefónica que permite que las conversaciones sean algo más privadas, sobre todo cuando el aparato cuenta con un cable largo. Entonces es posible cerrar la puerta y hablar bajo para que el hermano menor no se entere, haga muecas y ponga los ojos en blanco.
Era una época heroica en la que la lucha se ganaba desafiando al ogro. Nada que ver con la cobardía de usar WhatsApp, como hoy, sin que los padres se enteren siquiera. Como decía el viejo proverbio: “Si quieres celeste, que te cueste”. Tal vez por eso es que las relaciones se han vuelto desechables.
Antes las llamadas no se borraban de la mente, hoy se borran del celular.
Publicado el 17 de febrero de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11952-llamada-telefa-nica/
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