miércoles, 18 de febrero de 2015

Al aire

“De Pablo para Claudia”, “de Claudia para Pablo”: los mensajes en la radio han sido –son- una forma de comunicar muchos sentimientos y noticias. Es verdad que cada una de las radios tenía un grupo prefijado, lo que hoy los profesionales de la mercadotecnia dirían “target” y, por ello, unas se dedicaban a los enamorados quinceañeros que se enviaban besos, a veces tras seudónimos, otras con los nombres reales, como una forma de hacer pública una relación juvenil.
La radio Musical mantenía la especial atención de este grupo adolescente en horarios que se seguían con mucho cuidado: un nombre equivocado, una referencia inexacta podían ser lo suficientemente grave para que terminara la relación recién iniciada.
Otras radios se especializaron en poner canciones “al aire”, como se decía, a pedido de las llamadas que hacían los radioescuchas. Éstas, para una emisora que se precie, debían ser hechas de viva voz, temblorosa de quien llamaba, y estentórea del locutor, que abusaba de la invisibilidad para impactar con la profundidad del habla que presumiblemente ocultaba una figura canija y desagradable. 
La radioyente debía usar la frase sacramental: “¿Me puede complacer?”, que hoy podría llevar a respuestas procaces y chistes subidos de tono. En ese momento el locutor se dirigía a un supuesto “ingeniero”, al que pedía buscar en seguida el disco que sonaría a continuación, en la extensa discoteca de diez mil volúmenes que formaba parte del tesoro de la emisora.
Otras radios se dedicaron exclusivamente a las noticias del agro y a la lectura de mensajes cifrados que indicaban que todo iba bien en el lugar donde trabajaba el hijo mayor, y en ciertos casos, a la llamada urgente y pesarosa, porque “el padre se encuentra delicado” y es necesaria la presencia familiar.
Los artistas de la clase que fueren y de cualquier lugar del mundo, debían pasar por la radio y transmitir su arte en directo. Ésta podía ser Radio Cristal con la presencia de Julio Jaramillo, o la BBC de Londres, con los Beatles. Entonces el programa tenía de entrevista, anécdotas y música, pero en directo, cuando no era posible utilizar trucos electrónicos para componer la voz o el olvido de una letra, que quedaban flotando en las ondas hertzianas y en las grabaciones que inmortalizaban el momento.
La frase más conocida de la radio popular fue aquella, telegráfica, conque se anunció: “Mañana ésa. Taraste en el desvío con las bestias”, dirigida al Juan o al Manuel, que recibiría al recién llegado y a su familia para el largo trayecto hacia la hacienda. 
El teléfono celular, hoy indispensable, también acabó con esto.

Publicado el 18 de febrero de 2015

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10301-al-aire/

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