Ya lo dijo Violeta Parra: todo cambia, por ende que yo cambie no es extraño. Efectivamente los gustos mutan, pues unos son los de la niñez, otros los de la juventud... y siga usted contando.
El asunto está en que aquello que nos pareció gracioso, interesantísimo o brillante, se lava con el paso de los años hasta asomar como algo que ni siquiera valió la pena.
La muestra más palpable está en la moda, las películas y los libros. A veces, hasta en algunas amistades.
¿Se sigue usted riendo si ve en la televisión películas clásicas de humor como “La fiesta inolvidable” o “Los magníficos hombres en sus máquinas voladoras”? ¿Muere de miedo si aparece Christopher Lee como Drácula, o el hombre lobo se presenta casi como un peluche? ¿Llora cuando termina “Historia de amor” y Ryan O’Neal se queda solo?
Jamás habíamos notado en las películas bíblicas que los palacios romanos eran de cartón: hoy se ven los brochazos de pintura y el pegamento.
Dudamos al escoger un libro, cuando la conciencia nos lleva a regalarlo a un adolescente. Sin embargo, al tomar uno de Julio Verne del anaquel, la mano queda momentáneamente en el aire sin saber si haberlo escogido es un acierto o un error. Igual sucede con Salgari, que tanto nos entretuvo en unas lejanas vacaciones, por no pensar en los que ojeaba Curro El Palmo en la canción de Serrat: “Y en horas perdidas se leyó enterito a Don Marcial Lafuente/ por no ir tras su paso como un penitente”. Pobre hombre si tendría que hacerlo hoy.
Ante esto, qué puede decirse de los pantalones campana, los zapatos de plataforma, las camisas con cuello tortuga, las correas anchas y hasta el afro: nadie en su sano juicio volvería a usar ese estilo después de ver las fotos que aparecen en el fondo de un cajón y que algún desadaptado podría poner hasta en el Facebook.
Seguramente en el mismo cajón yace olvidada una corbata que remeda un soplador de brasero. Algún día fue la mejor carta de presentación en una fiesta elegante.
¡Qué relativo es todo! Si embargo el hombre lo ve como un absoluto y no perdona los cambios. El paso del tiempo se reduce a que la vaca no se acuerda cuando fue ternera.
Publicado el 21 de enero de 2015
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