miércoles, 31 de diciembre de 2014

A(r)mar a los niños

Hoy termina el año y muchos se dedican a hacer listas: de buenas intenciones para el 2015, de lo que esperan hacer o lo que no hicieron. Los medios también las hacen y hay listas para todo y de todo: los acontecimientos más importantes del año que pasó, los accidentes más impactantes, los mejores goles.

Existe una pasión y una necesidad en las listas: un marido sin una lista de compras es un inútil en el supermercado, un profesor no iniciará la clase sin saber si los alumnos están presentes; se hacen para invitar y hasta para no invitar a una fiesta.

Las redes sociales y los medios de comunicación están llenos de ellas, para discutirlas, aprobarlas o reprobarlas. Los records son, en muchos casos, la búsqueda de pocos minutos efímeros de fama.

Posiblemente las listas que más llaman la atención son las 12 (ó 10, ó 15) fotografías más impactantes de lo sucedido en estos últimos meses. Entre ellas está una, la de un niño pues no tendrá más de doce años, que carga un fusil. El pie de la foto informa: “Joven yihadista listo para la guerra”.


El niño tiene los ojos sonrientes; alza un dedo como señal de que está preparado y espera ser llamado. Su joven rostro denota felicidad y la imagen es casi la de un juego.

Entre todas las fotos que podemos ver –y son muchas de las tragedias sucedidas en este año- la del niño con el fusil puede ser de las más tristes. Denota que la humanidad en algún momento perdió su rumbo, si alguna vez lo tuvo; muestra que es aceptable cualquier cosa, incluso la de sacrificar a un niño sin infancia, por un fin que lo definen los mayores y, más allá de eso, los políticos.

Lo que sucederá con ese joven ni siquiera ha sido resuelto en su pequeño pueblo del desierto, sino entre cuatro paredes donde se reúnen individuos sin alma. Alguien ha decidido su corto futuro por razones ideológicas, religiosas, económicas, de geopolítica, de revancha, de lo que fuera. Ese muchacho es una pieza más, desechable, útil mientras dura, que se olvida fácilmente. El comandante yihadista dirá más tarde que es un mártir, pero para ser mártir hay que estar muerto.

Esa foto pudo haber sido tomada en otros lugares del mundo: Colombia, Ruanda, Siria. En todos, como una imagen de propaganda o de rechazo a la guerra. El niño ha sido simplemente una herramienta más.

¿Será el 2015 mejor que esto? 

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10069-a-r-mar-a-los-nia-os/

Publicado el 31 de diciembre de 2014

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Paraíso terrenal

Unos días atrás un amigo decía: “En Cuenca no había una puerta de entrada a la casa, había una puerticalle”. Y es verdad.

Los largos zaguanes que traían desde el interior de la huerta, traspatio y patio, como quien viene desde adentro, llegaban a la gran puerta de madera, que se cerraba cuando el hijo de familia, cumpliendo con el encargo familiar ponía candado a la aldaba de la puerticalle.

Pasar del dintel de esta puerta en la casa de la enamorada suponía un reconocimiento específico, por parte de la familia, de que “la niña tenía novio”.

De allí, llegar al primer patio y, después al segundo, hasta que el padre autorizara subir a la sala del piso de arriba bajo la mirada atenta y socarrona de los hermanos menores, suponía un largo camino.

Esos patios luminosos, hechos también para mashar perezosamente en la mañana bajo los canecillos de los corredores, tenían una banca de madera. A veces, cuando había gato, era el momento oportuno para tomarlo en brazos y experimentar qué pasaría si se le tiraba de la cola.

Eran patios, que bañados por la luz del sol, ayudaban a la convalecencia de las enfermedades infantiles: las amígdalas habían pasado por las tocaciones del largo palillo con la punta de  algodón empapada en mertiolate.

Pronto aparecería la muchacha –no una empleada doméstica o una trabajadora del hogar, en términos fríos y actuales- con un plato de guineo con nata y azúcar, el mejor antídoto para fortalecer al hijo flaco que había pasado ya por el tratamiento con jarabe de rábano yodado, ese que hacían las monjas del Carmen.

El largo día 24 no terminaba nunca, mientras se escuchaba en el fondo de la casa el ruido de las ollas y empezaban a aparecer los tíos por el zaguán, reunidos de nuevo en la casa de los abuelos por motivo de la Navidad. El nacimiento tenía aún el olor del musgo de verdad y el salvaje colgaba del huicundo. El brasero despedía olor a palosanto e incienso.

Sonido de palabras que se han ido, ininteligibles para los jóvenes oídos de hoy que las escuchan a veces como si fuera un lenguaje extranjero. Y lo es: el lenguaje de la infancia, el verdadero paraíso terrenal. 

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10037-paraa-so-terrenal/


Publicado el 24 de diciembre de 2014

miércoles, 17 de diciembre de 2014

La bicicleta roja

Todavía recuerdo la primera bicicleta: roja brillante, con timón de hierro. Tenía un asiento de cuero con resortes. Pesaba muchísimo pues aún no se usaban ni el carbón ni la cerámica. En el cuadro brillaba la marca: ATU. Sí, la misma que posteriormente hizo muebles de metal que se vendieron en todas las oficinas del país.

Podría decir que era “full equipo”, ya que contaba con una serie de aditamentos que hoy no se encuentran en las bicicletas más caras. Contaba con un foquito que alumbraba la noche y que recibía su fuerza de una dínamo bien agarrada al trinche,  que se movía con cada giro de la rueda.

También tenía parrilla, con una reja encima que se ajustaba con dos cimbras y que trincaba bien el carril que me acompañaba al colegio. ¿Mochila? Solamente las que se pedían prestadas en el Cuartel para una excursión al Cajas, simples bolsas de lona verde llenas de agujeros. Jamás para llevar los libros de estudio.

Contaba también con un tapacadenas, para proteger el pantalón de la grasa que salpicaba de los engranajes. A veces, cuando se soltaban los tornillos el tapacadenas hacía un ruidito como de lata vieja, insufrible en el duro adoquín de las calles de Cuenca.

Los frenos funcionaban con un mecanismo prodigioso: las varillas bajaban desde el manubrio y  llegaban hasta el aro, donde un par de cauchos, comprimidos fuertemente, paraban en seco el vehículo.

Hoy que caminamos por las orillas maravillosas de los ríos,  es probable que un ciclista nos atropelle sin que sepamos de dónde salió: ¡las bicicletas no tienen timbre!  

La ATU lo tenía, redondo y brillante, con un sonido en dos tiempos, claro como una campana. La llegada a la casa de un amigo se avisaba con el timbre, que rebotaba por el zaguán hasta los recónditos patios interiores, más distintivo que un silbido o una voz.

Era una bicicleta de paseo: sin cambios, timón montañero o caramañola. Servía para ir al colegio, encontrar a los amigos y, alguna vez, perseguir un bus de colegialas. Un día entró a una bodega de la que desapareció sin rastro. Me parece hoy más bonita que aquellas de alta tecnología que se ven en las vitrinas. 

Sé que no es así, pero hace años fue mi regalo de Navidad. 

Publicado el 17 de diciembre de 2014

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/9998-la-bicicleta-roja/

miércoles, 10 de diciembre de 2014

"Nuaynombre"

Efectivamente sucedió: “Señor, no podemos inscribir el fideicomiso de este vehículo –que no sé que también será- pues el sistema no tiene ese campo, así que lo pondremos como prenda”.

Estamos, entonces, ante la dictadura del sistema –informático, en este caso- que permite incluir o no incluir ciertas referencias en las bases de datos siempre y cuando el programador haya pensado en ellas.

¿Quiere usted constituir una compañía? El sistema le dirá si el nombre es el apropiado. ¿A qué va a dedicarla? El sistema le dará el objeto social. 

Qué decir de las fechas, sin lugar a equivocación alguna, como “diciembre 10 de 2014”, y que ahora ya no significan nada para el sistema y menos aún para el cajero. 

Contaba un amigo que le negaron un pago de un cheque pues se encontraba postdatado: según el empleado bancario, faltaba aún mucho tiempo para el año “8014” que aparecía en el documento. No fue posible hacerle entender que el año estaba correcto, pues “el sistema no me lo va a aceptar”.

Usted debe bautizar a sus hijos con dos nombres para que no aparezca en la lista de la universidad una fea “N” detrás del primero, como en los tiempos que las cédulas todavía traían “NN” en la denominación del padre. Al final, como decía un empleado del Registro Civil, esto significaba solamente que “nuaynombre”.

Pero si usted es de la época en que todavía se usaban tres nombres, puede encontrarse conque la señorita cajera niegue el depósito de un cheque en su cuenta, manifestando con mucho desparpajo, que “usted no se llama así” por la simple razón de que sus tres nombres  no aparecen en el sistema del banco. 

Los abogados hablan de la “autonomía de la voluntad”, ese derecho inherente a la persona humana que le permite fijar acuerdos libremente,  siempre que éstos  no estén expresamente prohibidos. Hoy, para constituir un club, hay que llenar un formulario; para demandar alimentos, también. ¿Autonomía?: ninguna.

Stephen Hawking, genio como es, tiene otra vez la razón al decir que la inteligencia artificial acabará con la raza humana, apenas los robots empiecen a reproducirse. Parece que algunos robots ya están entre nosotros. 

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/9965-a-nuaynombrea/

Publicado el 10 de diciembre de 2014

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Tengo la razón

Las redes sociales –háblese del Facebook, Google+ o Twitter– son medios de expresión ampliamente utilizados. Instrumentos que sirven para conocer lo que piensan amigos, conocidos e inclusive extraños: qué hacen, dónde están, qué comen y qué les gusta. Uno aparece con un perro y el otro con un hámster; el de más allá pinta o cultiva orquídeas. Viaja muy lejos o le encanta el encebollado.
Las redes sociales se han presentado como un sucedáneo de la plaza pública en que puede conocerse y discutirse de todo. En las redes se debate si tal o cual actor es mejor para asumir el papel de Batman o sobre la vibración del tranvía en el Centro Histórico.
La muerte de Roberto Gómez Bolaños es paradigmática: ha polarizado a cierta parte de la opinión –en este caso, sí pública- hasta llegar a discusiones extremas en que se confronta la muerte de “este viejo” –palabras textuales- con la horrenda situación de violencia de México. 
Como si todo fuera comparable. Como si todo estuviera sujeto al “sí, pero...” Y así, hasta el infinito.
¿Las ideas que defendemos son una parte esencial e integrante de nuestro propio yo? Cuando otro no las acepta, las tolera o, peor, se burla de ellas, el efecto es peor que un rechazo físico.
¿Qué mecanismo interno lleva a esta posición de defensa a ultranza de cualquier idea, aún de la que no tiene mayor importancia? ¿Por qué no somos capaces de escuchar lo que otro tiene que decir, aunque no estemos de acuerdo con lo que expresa?
Un artículo del diario El País trajo hace unos días una concusión tremendamente simple y, a la vez, reveladora: busco cambiar las ideas de los demás porque con ello anulo mi propia inseguridad. Espero que los demás piensen como yo porque de esa manera siento que estoy en la verdad.
Es el mismo razonamiento que lleva a un estudiante a mirar el examen de otro: sentirse seguro que su respuesta está bien. ¿Seremos capaces de escuchar a los demás y tolerarlos, aunque no concordemos con ellos? 
Parece que la polarización, que destruye la sociedad y es absolutamente antidemocrática, se ha instalado en nuestro país. Por lo menos así lo muestran las redes sociales. 

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/9931-tengo-la-raza-n/

Publicado el 3 de diciembre de 2014