El alumno está parado tras la cortina del Teatro “México”, donde será el Normal “Manuel J. Calle” después de algunos años. El acto, que fuera presentado por el Director de la escuela, está a punto de empezar.
El año lectivo ha llegado a su fin. Unos días antes el coro del plantel ha ensayado también la alegre estrofa que dice: “Vacaciones, ¡canta, canta!/Vacaciones, ¡ríe, ríe!/ Vacaciones, canta y ríe el corazón”.
Pasarán muchas cosas en los meses de julio, agosto y septiembre, hasta volver a clases en el lejano mes de octubre, tal vez a principios o, con un poco de suerte, después de los feriados del 9, por Guayaquil, y 12, por el Día de la Raza. Se vislumbra el viaje a Playas, por el largo camino de la Durán -Tambo, con el paso del río Guayas en la gabarra, que por sí mismo es una aventura; o, tal vez, echarse en las eras, en Charcay, esperando que el tamo no se cuele por el cuello porque pica demasiado.
Los pantalones viejos están listos para terminar sus días: parchados y “saltacharcos”, acabarán su existencia en alguna resbaladera de tierra roja, en Tarqui. Septiembre será también el mes de las compras de la ropa nueva y la visita a la peluquería, para que el alumno esté nuevamente presentable, aunque haya llegado cushni, de tanto darse al sol.
Pero eso será después: en este momento el reto viene cuando se abra la cortina, y en alta y clara voz deberá recitar la poesía que tanto ha ensayado y que se sabe al agüita.
Lentamente corren las pesadas telas que, en su mejor tiempo, fueron rojo oscuro y hoy están llenas de manchas. El teatro rebosa de padres y abuelos; han venido también los hermanos chicos, pues los grandes no quisieron saber nada de la presentación. El alumno abre la boca, pero no recuerda nada. Desde atrás el profesor musita los versos pero, tan despacio, que es imposible oírlos.
La cortina vuelve a cerrarse de golpe. El profesor, que se ha acercado prontamente, pregunta al alumno si se acuerda y éste responde que sí, condenándose por declaración propia a que la cortina se abra nuevamente. La situación se repite y al final, abochornándole aún más, el público aplaude.
El frustrado declamador oye, desde el público, la terrible frase: “¡Se peló!”
Termina el acto y todos salen. Qué bueno que las vacaciones ya comenzaron.
Publicado el 30 de julio de 2014