Han
pasado varios días desde que el Presidente de la República informó al país que
el Gobierno ha resuelto explotar los yacimientos petrolíferos del Yasuní. Esta
resolución causó impacto en la opinión pública –entendida como la opinión de
los ciudadanos- que se ha manifestado a favor o en contra de la propuesta.
Las
redes sociales han sido el vehículo idóneo para incluir fotos de los bosques
amazónicos, carteles en contra de la explotación y artículos de opinión,
propios y ajenos. Muchas de las personas que escriben contra la explotación
petrolera piden una consulta popular. Sin embargo, esas mismas personas descalifican
a cualquiera que no pertenezca a su grupo y que trate de defender (¿?) al
Yasuní. Encontramos, entonces, frases que dicen: “¿Qué han hecho antes los
partidos políticos tales en relación a este problema?” o, “¿Qué cara tiene
fulano para salir ahora a la defensa del Yasuní?”.
La
pregunta obvia es otra: Si los que proponen la consulta popular, que todos
sabemos se gana con votos, empiezan demostrando su rechazo a los demás que están
también opinando a favor, por considerarlos advenedizos, ¿cómo piensan
conseguir el mayor número de votos para oponerse a la explotación? Tal actitud supone
un hara-kiri ecológico.
Por
otro lado, hay defensores de la explotación que se basan en criterios
previamente establecidos: una confianza ciega en la palabra del Presidente, sin
una reflexión personal debidamente fundamentada. De allí han dado solamente un
paso para la expresión de ideas insólitas: uno de ellos manifiesta que es una
suerte que existan otros planetas no contaminados por el hombre, que serán los
depositarios de lo que debe ser el Universo, pues nosotros estamos obligados a
explotar el nuestro para bien de los ciudadanos.
Otra
personas que manifiestan ideas “progresistas” en sus opiniones en la red, hoy
ponen en duda que exista el calentamiento global. Por tanto, dicen que no hay
razón alguna para evitar la explotación que habría buscado disminuir las
emisiones, pues éstas no causan daño alguno y, si algún efecto producen, la
propia Tierra se encarga de resolverlo. Inexplicablemente adhieren a la
posición de los grupos más reaccionarios de los países desarrollados por tratar
de sostener su apoyo político.
Extrañas
actitudes que nos llevan a la pregunta inicial: ¿De quién mismo es el Yasuní?
Creí que era de todos.
Publicado el 28 de agosto de 2013